Ningún orden mundial

Publicado por Lucas Moreira Campos 9 de junio de 2009

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Desde la segunda guerra mundial, con la decadencia de los estados europeos que sirvieron de escenario, los Estados Unidos, que no vieron caer ninguna bomba en su territorio durante el conflicto, se destacaron como potencia hegemónica en diversas esferas. En el orden geopolítico mundial que sucedió al conflicto, el mundo se polarizó en dos bloques, capitalista y socialista, encabezados por los Estados Unidos y la Unión Soviética, comenzando la llamada guerra fría, caracterizada por la carrera armamentista y espacial, mientras había gran temor por la posibilidad de iniciarse en cualquier momento una nueva y catastrófica guerra mundial, esta vez con armas nucleares. El genial físico Albert Einstein dijo: “No se con qué armas se peleará en la tercera guerra mundial, pero en la cuarta será con palos y piedras”. En 1989 cayó el muro de Berlín y en 1991 la Unión Soviética se desintegró en varios estados en su estructura y en sus objetivos.

Este proceso dio como resultado la creación de un nuevo orden mundial y el antiguo temor que había en relación a conflictos armados entre superpotencias desapareció. El nuevo escenario trajo conflictos de otra naturaleza, como los genocidios en África, el conflicto entre Israel y Palestina y las llamadas “guerras asimétricas” como las practicadas por Estados Unidos y sus aliados europeos de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) contra Yugoslavia, Irak y Afganistán, donde los gobiernos existentes fueron destituidos y las tropas regulares de la fuerza militar más poderosa del mundo pasaron a enfrentar un enemigo nuevo: las guerrillas islámicas. Estas sorprendieron al mundo con su osadía y originalidad en los atentados del 11 de Septiembre, golpeando a Estados Unidos en su propio territorio, lo que desencadenó la “guerra contra el terrorismo”, forzando a Estados Unidos a retirar su máscara de hipocresía para perpetrar a plena luz del día las formas más atroces de violaciones a los derechos humanos, ofendiendo todos los principios civilizados.

El nuevo orden se refiere al contexto histórico pos-guerra fría y tiene el aspecto inicial de un nuevo equilibrio de poder. En este contexto los estados nacionales pueden ser divididos en países centrales, semi-periféricos, y periféricos. En teoría, se podría decir que el mundo se multipolarizó, pero la mayoría de las iniciativas estratégicas acontecieron de forma unilateral, perdiendo la ONU toda relevancia en la solución de conflictos y acuerdos entre naciones. En la mayoría de los casos en que intervino fue para legitimar la actuación de los Estados Unidos y sus aliados de la OTAN, como en el caso del intento de golpe de estado en Venezuela el año 2002, siendo defendida públicamente por su presidente Koffi Annan, que también “bendijo” las invasiones de Irak y Afganistán.
Un hecho que evidencia el control político del planeta por parte de los países llamados centrales, desarrollados o G7, es la permanencia de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), que fue creada como compromiso de cooperación estratégica entre esos países capitalistas en la antigua coyuntura de la guerra fría para enfrentar en su momento al “Pacto de Varsovia”. Otra característica del nuevo orden mundial fue el proceso de globalización que intensificó los flujos de integración económica, social, política y cultural, teniendo como consecuencia el exacerbamiento de las desigualdades sociales, regionales y sociales, con un aumento de 800 millones de personas que viven en condiciones de extrema pobreza en la población mundial.
Hay consenso respecto a que los acontecimientos de la primera década del siglo XXI nos trajeron una nueva era de incertezas. Los fiascos de las políticas económicas y de relaciones internacionales unilaterales de los Estados Unidos durante el gobierno de George W. Bush, fueron determinantes para el surgimiento de otro escenario que tuvo como consecuencia clave la desconfiguración de todo orden a nivel planetario.

Entre las características inherentes a ese nuevo orden, o mejor dicho nuevo desorden, está el surgimiento económico de países llamados semi-periféricos o emergentes. Existen algunos acontecimientos que lo ilustran muy bien, como la compra de las dos mayores montadoras de automóviles inglesas, Jaguar y Land Rover, por Tata Motor de India, y de la cervecería Budweiser, que aparte de ser la mayor de Estados Unidos era también un símbolo de orgullo nacional, comprada por la Belgo-brasileña AmBev. Son algunos de los hechos que confirman las incertezas en esta nueva estructuración, pues sin carro jefe y sin maquinista, los vagones del tren mundial descubrieron que necesitaban avanzar con su propia fuerza.

Los países centrales, ante el panorama de desorden, tienen problemas como la falta de perspectivas en relación al futuro económico, mientras que en el ámbito geopolítico, surgen innumerables posibilidades, tales como el resurgimiento de un nuevo bloque socialista. La emergencia de Corea del Norte como potencia socialista bélica y tecnológica y las tendencias socializadoras de los gobiernos latinoamericanos como Argentina, Chile, Bolivia, Brasil, Venezuela, Paraguay, Uruguay, Ecuador, Nicaragua, El Salvador, Guatemala y otros, son indicios de la posible transformación del sistema socioeconómico de esos estados sin la necesidad de guerras civiles o revoluciones internas.

Actualmente se puede decir que la única certeza geopolítica mundial es que iniciamos una transición para un destino desconocido e inusitado. El hecho principal es que estos tiempos de incertezas son también tiempos muy interesantes, pues tenemos la sensación de estar viviendo en un excepcional y gigantesco laboratorio de pruebas sobre todo lo que ya se teorizó sobre el fascinante tema de la geopolítica.

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