XXVIII – La rueda gigante

Publicado por Bill Braga 3 de marzo de 2023

Y de hecho la caminata continuó. Frecuentaba un psiquiatra y psicoanalista, tomaba unos remedios después de cierto tiempo parado, pero no encontraba que eso realmente era lo que me curaba. Fui retomando la vida paso a paso. Volví a frecuentar las clases del magíster, y vi que podía lidiar con los estudios y con la socialización en la Fafich, la Facultad de Filosofía y Ciencias Humanas de la UFMG. Retomé las conversas con algunos amigos, de ahí vinieron las salidas y diversión. La vida iba conduciéndome de vuelta a una vivencia sin dolores o traumas.

Después de mucho tiempo alejado del trabajo, a fines del 2009 vi un letrero convocando a un trabajo en una Librería. Yo estaba cursando el magíster sin becas, necesitaba un trabajo para no vivir dependiente y decidí encarar la oportunidad. Fue ahí que se inició el ciclo de mi vida en el universo librero. Era una librería de venta de libros didácticos, nuevos y usados, y rápidamente me adapté y me torné un buen vendedor. Aparte de eso, trabajando allí, en el centro de la ciudad, tuve contacto con varios tipos de clientes y colegas de trabajo que se volvieron mis amigos.

Yo volví a vivir en plenitud, sin resquicios de toda esa experiencia profunda de ir a los confines de la locura, y sin las secuelas de una depresión que me paralizó por casi un año. Si me preguntaran por ahí, dirán que fue consecuencia del tratamiento psiquiátrico, pero yo por mi parte no confío tanto en dicha ciencia, creo que mi alma, cuerpo y espíritu llevaron cierto tiempo para reequilibrarse y poder continuar la caminata y el aprendizaje de la vida.

Como por arte de magia las cosas fluían con una intensidad óptima. Despertaba a las cinco de la mañana para escribir mi disertación del magíster, trabajaba como mínimo ocho horas como vendedor, de noche escribía si daba el tiempo, y todas las otras camadas de la vida se adaptaban. Volví a ser esa persona comunicativa y alegre que vivía plenamente cada instante. Nuevas mujeres aparecieron en mi vida, algunas causando un mayor deseo, otras simplemente como huidizos amores de una noche.

Yo vivía ahora con otra visión, ya había pasado por tantas cosas que sabía darle el valor a las cosas correctas. La humildad de recomenzar, valorizando a cada persona en el camino, como un semejante, independiente de todo preconcepto, y descubrir los caminos de la felicidad. Era mágico para mí conseguir reconstruir mi vida así, de a poco, y hasta el lado financiero mejoraba.

En febrero del 2010, todavía trabajaba en esa librería, e hice una fiesta de aniversario para que nadie dijera nada. Llamé a todos los amigos de todas las esferas, con mucha cerveza, alegría y guitarra. Era una conmemoración íntima para mí, de mi renacimiento. Estaba confiado y alegre, en paz con mi yo íntimo.

La alegría brotaba nuevamente en mi vida, me tornaba nuevamente cercado de amigos, en los bares de la vida conocía gente nueva. Experimenté conocer el lado bueno de la vida, todo fluía bien con la familia, amigos y trabajo. Iba teniendo cada vez más confianza, pero estaba cada vez más desconfiado en tener que ir al psicoanalista y tomar los remedios.

Un día, no sé bien cuándo, tomé la decisión de parar de tomar los remedios. Me sentía equilibrado y listo para esa decisión. Ya había cambiado de empleo, y en el nuevo empleo también las cosas se estaban encajando muy bien. Fue un tiempo de bienaventuranza. El antiguo “yo”, historiador, se transmutó en un buen vendedor, excelente en firmar relaciones. Conocí a una persona entre un empleo y otro que despertó nuevamente la llama del amor en mi vida.

Fue una historia complicada, cuando la conocí, ella ya estaba en una relación. Pero la empatía fue total desde el primer encuentro. Comenzamos a estar juntos y ella todavía tenía un novio. Era una situación atípica, pero mi corazón me mandaba a invertir en esa persona, cuyos ojos me cautivaban, transparentando la esencia de un alma pura, profunda y melancólica. Pasé por situaciones complicadas hasta que ella se soltó de la otra relación, pero viví días muy felices y de mucho amor a su lado. Ella me inspiraba a ser mi “yo” profundo, a dedicarme a la escritura y a mi lado musical, yo la apoyaba en todos los momentos. Fue de hecho una buena relación que arrulló mi alma y mi corazón. Si todo iba bien, para qué hacerme rehén de los remedios y médicos, pensaba. Y me liberé. No sé bien cuánto tiempo llevó entre comenzar y parar con los remedios, pero sé que viví muy bien algunos años sin ellos.

Pasó esta relación, con un final un poco complicado, pero aún así no me afectó. Volví a estar soltero, conocer otras mujeres. En el trabajo un ascenso rápido, en un año ya tenía un nuevo cargo. En esta nueva función viajaría por el interior de Minas Gerais haciendo divulgación de libros. Un punto más para mi reconstrucción. Me sentía bien, y no temía para nada la venida de otras crisis.

Otro año llegaba, y me envolví con otra persona, colega de trabajo, comenzando otra relación. Nuevamente el corazón fue tocado por la belleza y simplicidad de una mirada que se mostraba melancólica. Yo tenía una atracción por ese tipo de mirada especial, pues parecía una misión deshacer esa melancolía con la donación de amor. Nuevamente, vino otro ascenso en el trabajo, pasé a ser Supervisor, con muchas funciones y proyectos.

Todo iba muy bien, empleo, relación de pareja, familia, era impresionante ver la vida con tanto brillo y poesía, y dejar en los fantasmas del pasado las crisis. En mi intimidad yo contaba el pasar de los años. Según las teorías, si yo pasaba  cinco años desde la primera crisis, la probabilidad de que ocurrieran otras sería mínima. Estaba en el cuarto año en el 2012, y no había nada que apuntara la posibilidad de revivir aquellas situaciones. Yo creía controlar mi mente y la equilibraba. Aún viviendo en un ritmo acelerado, mucho trabajo, viajes, tareas, obligaciones, noviazgo, familia. Estaba pudiendo conciliar todo de una forma tranquila.

Bueno, por lo menos yo creía que podía. En octubre del 2012 comenzó un nuevo ciclo en mi vida. Primero fui atacado por hernias en la región cervical. Algo muy interesante para una persona de mi edad, pues casi todas las vértebras cervicales tenían protrusiones de hernia. Justo en el momento en que un evento que estaba organizando iba a acontecer, justo cuando los proyectos fluían, fui atacado por las hernias. Llegué a presentar una charla sudando frío de dolor y fui directo al hospital. Ya había sido medicado antes por mi madre que es doctora, pero fueron nuevas inyecciones y después kinesioterapia. Quedé alejado por un tiempo del trabajo por causa de las hernias. Volví al trabajo, pero de ahí en adelante mi vida entró en otra rueda gigante. Los fantasmas estaban allí, durmiendo, esperando una oportunidad de despertar y volver. Y volvieron, de formas todavía más fuertes, con experiencias inconscientes de profunda conexión espiritual, mezclada con fuertes dosis de psicosis…

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