Adelgazar

Publicado por Carlos Bitencourt Almeida 16 de mayo de 2019

La mayoría de nosotros, tarde o temprano, tiene que lidiar con la cuestión del exceso de peso. Algunos tienen este problema desde la infancia, otros a partir de la adolescencia y otros sólo después de los treinta o cuarenta años. A medida que pasan los años, la tendencia es comer más de lo necesario. En el período de crecimiento, hasta los quince o veinte años, el cuerpo consume parte del alimento para construirse a sí mismo y poder crecer. Además, el niño y el adolecente tienen una tendencia fuerte a practicar actividades físicas: deportes, juegos corporales, paseos, danza, etc. A medida que la vida adulta va llegando, las personas disminuyen las actividades corporales. Pero tienden a continuar comiendo lo que comían antes. Gastan menos energías y los excesos se acumulan en forma de grasas.

El adulto posee más vida interior que el niño. Tiene menor necesidad de exprimirse corporalmente. Tener más vida interior es una ganancia que el tornarse adulto nos trae. Nos ponemos más reflexivos, pensamos más sobre el pasado, el futuro y sobre las cosas que hacemos o las que nos acontecen. Por otro lado, el cuerpo es un ser de hábitos. Se acostumbra a comer una cierta cantidad y a tener una frecuencia en las comidas. Si la cantidad de comida o la frecuencia son disminuidas, tenemos una sensación de “hambre”. Esta hambre puede ser simplemente la fuerza del hábito o de la costumbre. Si al tornarnos adultos hacemos menos actividad física y continuamos comiendo como antes, engordaremos. Quebrar viejos hábitos no es una tarea fácil. Disminuir la cantidad o la frecuencia de las comidas puede generar por muchos meses la sensación de privación o de hambre mal satisfecha. Con el tiempo el cuerpo se acostumbra y los nuevos hábitos se establecen. La falsa “hambre” deja de incomodar. Pero demora. Pocos persisten hasta llegar a esta fase.

Vivimos en una época que valoriza la pereza, el conforto, que considera que el placer es la ausencia de esfuerzo. El esfuerzo es visto como sufrimiento, privación y dolor. Pero existe otro tipo de placer que nace del desarrollo de nuevas habilidades. Es el placer de sentirse capaz, de resolver desafíos y conseguir algo que antes era imposible. Este es un placer que nace del esfuerzo, de la disciplina y de la superación personal. Es el placer de quien huye del estancamiento y percibe que vivir se pone más interesante cuando buscamos el crecimiento permanente, junto a nuevos desafíos y caminos. Para personas así, el esfuerzo de adelgazar puede ser llevado como un aliño para la vida, que exige una vigilancia constante, estar despierto y atento.

Este artículo no pretende substituir la necesaria orientación médica en los casos pertinentes. Es sólo un testimonio de vivencias y observaciones.

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