Casamiento

Publicado por Carlos Bitencourt Almeida 15 de julio de 2009

Es muy difícil conocer a otro ser humano. También es difícil conocerse a uno mismo. Muchas veces nos sorprendemos con nuestras reacciones, fragilidades o nuestras capacidades que estaban adormecidas. Cuando las personas se enamoran y son sinceras, están intentando encontrar a alguien en cuya compañía se sientan felices. En el período inicial, durante la fase de conquista, nos esmeramos por mostrar nuestras cualidades, gentileza, tolerancia, capacidad de adaptación o nuestra generosidad. Después, cuando la relación se va afirmando, el esfuerzo por agradar disminuye y nos vamos poniendo más naturales y auténticos. Así nuestros defectos van haciéndose más evidentes: celos, egoísmo, flojera, vicios, traumas que cargamos o inseguridades. Si el enamoramiento se prolonga por algunos años y tenemos la oportunidad de convivir con frecuencia e intensidad, es posible tener una noción realista de quién es esta persona de la cual estamos enamorados y qué reacciones despierta dentro nuestro. Conviviendo conocemos un poco del otro y de uno mismo. En una relación íntima e intensa algunas partes de lo que somos salen a flote. Con otra persona puede que descubra otras facetas de mí mismo que no conocía. Hay una atmósfera única que se crea entre dos personas. Si cambiamos en pareja, en parte somos otra persona.

Con frecuencia, ingenuamente, la pareja enamorada encuentra que los defectos de cada uno van a mejorar después de que se casen y que la alegría de vivir juntos los motivará a transformarse para mejor. En general pasa lo contrario. Los defectos aumentan y son más difíciles de soportar. Mientras más frecuente sea una relación, más difícil se hace. Somos más espontáneos, o sea, descontrolados. Con el nacimiento de los hijos se suma un nuevo desafío al anterior. Criar hijos es una tarea exigente.

Hay parejas que logran vivenciar las dificultades del matrimonio como oportunidades de madurar individualmente y de amar recíprocamente. Otras no lo soportan y prefieren separarse. Dicen que están decepcionados, que la otra persona cambió mucho. En este momento es importante que cada persona asuma la responsabilidad por su decisión. Cuando un matrimonio fracasa, por muy malos que sean los defectos del otro, es importante que asumamos: “Yo no fui capaz de prever cómo sería mi pareja después de casarnos. Yo escogí mal. No puedo vivir bien con esta persona. Tal vez otra persona pueda ser feliz con ella”. Colocarse como víctima o caer en un tiroteo de acusaciones mutuas es una fuga que no conduce a nada valioso.

Comentarios

Deja un comentario

banner

Fundação Metro

¡Haga clic aquí!