Autoconfianza y Competencia

Publicado por Carlos Bitencourt Almeida 25 de agosto de 2009

En respuesta a la lectora Cezarina da Silva Almeida

El proceso de construcción de la autoestima y la autoconfianza se inicia en el momento del nacimiento y necesita rehacerse y renovarse a lo largo de toda la vida. Al principio es el amor de los padres y su cuidado competente el que ayuda a construir en el bebé seguridad, bienestar y la vivencia de sentirse querido. A medida que el niño crece, los padres necesitan dosificar con sabiduría el amor y la disciplina, la dulzura y la firmeza. El niño mal amado tenderá a sentir que no tiene valor, que es malo, incompetente e indeseable. Por otro lado, el niño mimado, criado por padres que lo protegen en exceso, tenderá a ser débil, incapaz de lidiar con los desafíos que la vida incesantemente nos coloca en frente.

La vida trae dificultades, problemas y frustraciones para todos. El niño necesita ser expuesto, en grados crecientes a estos desafíos y ser ayudado y apoyado para que soporte lo inevitable y reaccione con talento y capacidad delante de los problemas que están dentro de sus posibilidades. La autoconfianza nace de la competencia para lidiar con la vida. El niño necesita percibirse capaz de caminar, hablar, correr, estudiar, relacionarse con otros niños, con adultos y cuidar de su propio cuerpo. Cuantas más capacidades tenga, dentro de lo que es posible en cada edad, más autoconfianza tendrá.

Por otro lado, hay padres excesivamente severos, que critican, censuran, rechazan y desaprueban demasiado y, por más competencia que el niño desenvuelva, siempre es poco. Puede ser creada una cicatriz dolorosa en el ser de este niño, y le costará mucho al joven o adulto librarse de la mirada desaprobadora o cruel de padres abusivamente exigentes.

Delante del joven se yerguen desafíos diferentes de aquellos del mundo de la infancia. Por más que tenga el apoyo de la familia, esto no basta. Se necesita ser capaz de ganar dinero, establecer lazos afectivo-eróticos con otro ser humano, conquistar y mantener amigos íntimos y mantener su cuerpo con salud y buena apariencia.

Vivir es una tarea exigente. Necesitamos humildad, coraje y persistencia para renovar la autoconfianza a lo largo de la vida. Siempre hay nuevos desafíos en cada etapa de la vida.

Para el adulto existen desafíos de manutención del empleo, del matrimonio y la crianza de los hijos. Más tarde los hijos crecen y se van. Con el nido vacío, nuevas dificultades se presentan para los padres, principalmente para las madres. La autoconfianza necesita renovarse en tareas nuevas, en nuevas alegrías que necesitan ser descubiertas.

El atardecer de la vida coloca limitaciones de envejecimiento, el desafío de enfermedades o una eventual viudez.
La mayor de todas las tareas que la vida nos pone es reencontrar la alegría de vivir en cada etapa. Autoconfianza y autoestima necesitan del alimento de la alegría para mantenerse vivas.

Y como si no bastase, en el final se yergue la muerte, ineludible. Mantener la autoconfianza y la competencia delante de ella es el nuevo desafío. Para aquellos que vivieron vidas íntegras, delante de la desnudez de la muerte, pueden mirar para la vida que pasó con serenidad, con la confianza del aprendizaje obtenido, con las alegrías de las relaciones afectuosas. Pero puede no ser suficiente delante del misterio de la muerte. Aquellos que lograron hacer germinar dentro de sí una auténtica fe en el fundamento espiritual de la vida están con mejores cimientos.

Y aquellos que, durante toda la vida, fueron capaces de percibir la realidad que nos espera para más allá de la realidad material, pueden en la hora final, con confianza y alegría, caminar hacia la luz que resplandece dentro de lo Sagrado.

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