¡Ay, qué añoranza de los blocos caricatos!

Publicado por Sebastião Verly 21 de febrero de 2020

Ai que saudades dos blocos caricatos!

Todos los años, cuando se acerca la época de carnaval, me acuerdo de cuando me mudé para la Capital en enero de 1960. Mi mayor expectativa era ver de bien cerca el carnaval de esa Belo Horizonte. Los festejos de Momo eran muy diferentes a lo que son hoy. Eran otra cosa. El carnaval se caracterizaba por fiestas, divertimientos públicos, bailes de máscaras y hasta manifestaciones folclóricas y de buen humor.

Recuerdo un poco más de nuestra tradición momesca. El carnaval en Belo Horizonte se inicia en 1897, cuando los primeros obreros que construían nuestra ciudad adornaron carrozas, se vistieron de mujer, pintaron sus caras e hicieron un desfile por las inmediaciones de la Praça da Liberdade. Entre los obreros había muchos músicos. Aún en 1897, los músicos-obreros animaron el primer baile popular. Históricamente ahí fueron edificados los principales pilares de nuestra folía momesca.

El desfile de carrozas adornadas generó el “corso”. Las carrozas se transformaron en carros, el corso se destacó y eran muchos los carros de empresas o de familias tradicionales que desfilaban por las calles de Belo Horizonte.

Los bailes populares se transformaron en una de las mayores tradiciones de nuestra ciudad. En las calles, plazas, clubes y hasta en escuelas, nuestro pueblo saltaba carnaval cantando sambas y marchitas. Se pintaban los rostros, se usaban máscaras. ¿Cuántas noches amanecimos en el Club del Sindicato de los Bancarios, en la calle Tamoios esquina con Paraná?

Los obreros que se pintaron los rostros y desfilaron golpeando latas y tambores encima de carrozas, crearon lo que ganó muchos años después un nombre llamativo: los blocos caricatos.

Retorno al comienzo de este escrito cuando llegué a la capital. Ya en el año 1960 mis pasiones eran dos: mujeres rubias, morenas, mulatas o pelirrojas, y el carnaval. En mi casa, yo que ya había visto en el cine la exhibición de grandes carnavales, ensayaba escondidito y en mi cabeza hacía naturalmente todos esos pasos y trayectos con la misma perfección. Nadie me contestaba porque jamás revelé ese secreto a nadie.

Belo Horizonte tenía un carnaval mucho mejor que el de hoy. Blocos caricatos con hijitos de papá disfrazados de mujeres como “Domésticas de Lourdes”, “Bocas Brancas da Floresta”, “Imigrantes da Abissínia”, estos últimos usaban pintura negra en el rostro y en el antebrazo, contrastando con guantes blanquísimos; “Carrascos da Pedro Segundo“; “Satã e seus Asseclas”; “Leões da Lagoinha”. Algunos blocos se hicieron famosos y desfilaban encima de camiones alquilados, ya que esas personas y sus familiares comúnmente tenían excelentes condiciones económico-financieras. En la época, las malas lenguas decían que muchos de aquellos que se travestían en mujeres, en realidad estaban solo desinhibiéndose.

Puede constatar en los años siguientes que no era verdad. Los muchachos continuaban machos aún con sus vestimentas. Los disfraces, muy coloridos, con pudor y respeto, eran muy bien hechos. Registro el “Aflitos do Anchieta” que vine a conocer más tarde.

Se destacaban también los Gremios Carnavalescos y las Escuelas de Samba, como la Gremio Recreativo y Escuela de Samba Unidos da Brasilina. Los integrantes de esa escuela de samba bajaban en buses regulares de la Viação Vitória que salían del Barrio Sagrada Familia y llegaban al Centro de la Ciudad repletos. Ese Gremio está aún “vivo” hoy en día en los anales del carnaval de Belo Horizonte. Todo era pagado por los participantes, sus amigos y admiradores, los propios vecinos o a través de contribuciones populares… No era “pasteurizado” como pasó a ser en los últimos años. Todo patrocinado por el poder público sólo para tratar de distraer a los pobres de la periferia que no tienen dinero para huir del tedio. Pero parece que buenos vientos están soplando. El prefecto Márcio Lacerda está participando de las actividades de organización del Carnaval 2010, y prometiendo mejorar mucho el carnaval para el 2011 y, entre otras cosas, sacar al carnaval de calle del exilio, trayéndolo de regreso para el centro.

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