Su majestad, el Zorzal

Publicado por Verlim de Oliveira Campos 4 de noviembre de 2010
Sua Majestade, o Sabiá

Sua Majestade, o Sabiá

Se anunció sin ceremonia. Se instaló en lo más alto del arbusto del jardín manifestando en trino su deseo. Ojalá que se quedase. Estos deseos manifiestos van cayendo en el corazón y en el pensamiento para declarar un anhelo sincero de que él se quede ahí, arrullado en promesa de hermano, con un cariño de esperanza de éxito de consentimiento exacto, guardada para confirmación en el momento de ocurrencia. Según mi hermano, en breve el bienteveo sería substituido. Este evento de ahora, realmente acontecido, proporciona un instante de satisfacción, de alegría que se acomoda pequeña en el vacío de la consciencia, de placer que se esmera en llevar los ojos donde el oído era presencia, de sentimiento íntimo y recibimiento natural. Miraba alrededor contorsionando y revirando la cabeza, buscando direcciones diferentes para reconocimiento del ambiente, para ver si es propicio y proprio para la tranquilidad que requiere la crianza de hijos.

Saltó de rama para más abajo y repitió la pesquisa de lo encontrado, con tranquilidad y confianza, buscando apoyo de certeza. Le medí el coraje evaluando la distancia de menos de tres metros entre nosotros. Exhibió el plumaje de color gris claro – casi blanco – cubriéndole el pecho y la parte del lado inferior de las alas; pico fino y extenso de tonalidad más próxima a la de las plumas elegantes y limpias que cubrían la figura delicada de su cuerpo. Nuevamente la oración: “¡Ojalá que llueva!” Balanceo de alas, como si fuese a levantar el vuelo, para aquietamiento en la continuidad de información de la intencionalidad de aterrizar en posada permanente, establecimiento de residencia definitiva, durante la próxima y, quién sabe, en las demás estaciones. Sueño, aunque grande, expresado en fe, queda pequeño y simple. Quién podría saber y afirmar que nos entenderíamos por más tiempo de convivencia y de aprendizaje consolidado en la bondad de nuestras naturalezas.

Los llamé mendigos e informé a mis parientes, amigos y vecinos que ahí, en mi jardín de sólo un cantero, estaba acogiendo a aquella pareja. Por sugerencia pasé a tratarlos como vecinos. Llegué a admitir la sugerencia de llamarlos inquilinos, pero luego cambié de opinión. Mi arrendadora podría proponer rescindir el contrato de arriendo de la residencia por práctica de subarrendamiento. Tal vez esta propaganda ya sea suficiente para despertar cuestiones de naturaleza jurídica en relación a esta cesión de derechos.

En las oraciones de otros días, otros aspectos. En el alba eran diferentes; partidas como si se expresara una sílaba por vez, sin embargo fuertes y agudas; en el crepúsculo débiles y graves, queriendo mostrar palabras formadas en la hora del sol en el cénit, cuando se percibía compuesta por entero: “¡Ojalá que llueva!”. ¿Cuál momento es más soberbio? ¿Cuál es más auténtico? Riquezas reales mezclándose enigmáticas. Cantos varios de sonoridades semejantes convergiendo para el mensaje concreto. Demostración de que la interpretación humana combina con la proyección Divina de la convivencia entre los seres, universalizando y perennizando sentimientos.

Hoy se me aclaró la razón sobre el hecho de ser diferentes los trinos y solfeo que nos brinda en diferentes horas del día. Son estrofas de diferentes piezas de su cancionero diverso y rico que creemos forma parte de su éxito más conocido: la “Oración por la lluvia”. Aparte de esa, él canta otras obras musicales y para eso aprovecha las horas más calmas para ensayarlas. Ahora la hembra se empeña en la confección del nido iniciado por el compañero. Apenas pía en respuesta a sus llamados confirmando así la presencia en el ambiente. La respuesta del macho viene inmediatamente; una invitación para alzar el vuelo por las adyacencias que necesitan conocer para atender las necesidades de los tiempos próximos.

Aquí, a menos de dos metros de mi computador, el nido va tomando forma. A mí me parece satisfactorio, pero la pareja se turna en el perfeccionamiento y en la apariencia de la construcción, que consta de un enredo de ramitas, pajas y pelos, trenzados y presos unos con otros. El nido gana una firmeza de entrelazamiento capaz de garantizar durabilidad y resistencia a las intemperies. La elección del lugar es adecuada; en el punto donde el tronco se ramifica en varias ramas más finas, partiendo donde el arbusto exhibe la apariencia propia de la especie. Se trata de una dracena que fue recortada aproximadamente a la altura de un metro y medio, es decir, al alcance de la mayoría de los humanos, de quien espero la comprensión para no tocar su morada por ningún motivo.

Me quedé aguardando actitudes propias de quien ya está acomodado para entrar en una relación de más intimidad. El empeño y la aplicación de la pareja prometían que en breve estarían instalados. Y aconteció antes de lo que yo esperaba. Están instalados y me parece que ya tienen huevos en el nido. Obedecí al ritual de evitar la proximidad excesiva y preservar la confianza para que se establecieran ahí definitivamente. La hembra permanece acostadita mientras el macho pasea por los alrededores. De vez en cuando se oye su canto – “¡Ojalá que llueva!” – que comienza con el clarear de la mañana.

Hoy me levanté temprano para intentar localizar los vecinos que cantaban en las proximidades. Después de pasar el sereno que se hizo presente en esta alborada, percibí que la bienteveo se recogió en su nido.  Me quedé observando desde el computador y vi que ella se levantó y se acomodó nuevamente varias veces. Ella prosigue su rutina y yo continúo mi vida, que ahora incluye el estar atento al desarrollo de estos hechos.

Ellos van a ser atendidos; va a llover. La bienteveo pasa su piquito por las plumas y pelos que completan el plumaje; este es el señal de la aproximación de la lluvia de la primavera.

“¡Ojalá que llueva!”. Presumo que ella puso su huevo porque permaneció en el nido todo el tiempo. Antes de fin de mes tendremos crías por aquí: la familia de mis vecinos habrá crecido.

Vea este homenaje a su majestad:

http://letras.terra.com.br/roberta-miranda/288851/

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