“Porque Dios no ha otorgado a sus hijos el espíritu del miedo y de la cobardía,
¡sino el del amor, el coraje y el control de sí mismo!”
Segunda epístola de Paulo a Timoteo
Felizmente, mucha gente se resiste a aceptar la celebración navideña como un evento meramente pagano y comercial. Es necesario hablar de lo más importante: el nacimiento simbólico de Jesús de Nazaret. Digo nacimiento simbólico porque muy probablemente, Él no nació en esa fecha.
Hay registros de celebraciones del nacimiento de Jesús de Nazaret ya en el siglo IV, pero fue el papa Julio I, en el año 350, quien fijó, a través de un decreto, la fecha 25 de diciembre como el Día del Nacimiento de Nuestro Señor Jesucristo. Una de las explicaciones para escoger el día 25 de diciembre para ser el día de Navidad, se basa en el hecho de que esta fecha coincide con las Saturnales, fiestas de los romanos semejantes al carnaval actual, y con fiestas germánicas y célticas del solsticio de invierno. Siendo todas estas festividades paganas, la Iglesia vio aquí una oportunidad de cristianizar el día, colocando la otra connotación en segundo lugar.
Hay registros incluso de que en 274, el Emperador romano Aureliano proclamó el día 25 de diciembre como “Dies Natalis Invicti Solis» (El día del Nacimiento del Sol Inconquistable), o sea, prácticamente un siglo antes de que los cristianos se apropiaran de la fecha. Para tener una idea de cuán controvertido es este asunto, Jesús nació antes de la muerte de Herodes Magno (Mt 2.1; Lc 1.5), que falleció en la primavera de 750 de la era romana, eso significa en el año 4 antes de Cristo, o sea, de él mismo. Eso significa que, según estudiosos del asunto, el año más probable del nacimiento de Jesús es 7 o 6 antes de la era que adoptamos.
Cito esa referencia histórica solamente por mi obsesión de buscar siempre la verdad histórica. Pero yo creo que el hecho de Jesús Cristo haber nacido o no en esa fecha no viene al caso. Eso no es, ipso facto, relevante en nuestra reflexión.
Quiero llamar la atención para lo que hacemos en navidad y, sobretodo, para el riesgo de dejar de lado lo esencial y perdernos en el consumismo. En esta época de mundo globalizado, se ve mucho más esfuerzo en divulgar la imagen siempre patética de Papá Noel, el viejito vestido con una inconfortable ropa roja, de que enfocar la verdadera razón de la celebración. No vamos a dejar lo esencial de lado y abrazar lo periférico, lo sin importancia, la mercantilización de la fecha. No se habla de Cristo en los anuncios. No se dice nada sobre su mensaje. Mientras Papá Noel está en todas las tiendas, en los anuncios de la televisión, en todas las campañas publicitarias, en fin. Pregúntele a un niño lo que significa la fecha y probablemente no hará ninguna referencia a Jesús de Nazaret, que fue muerto en un madero para salvarnos. Los niños tienden a buscar la dirección de Papá Noel y mandan cartas pidiendo regalos, los más extravagantes posibles. La televisión destina largos espacios en sus noticiarios para mostrar nieve, renos y viejitos barbudos. ¡Cuánto colonialismo, Dios mío, cuánta alienación!
Mientras eso acontece, aquí en los trópicos, está todo a punto de derretirse de calor. En algunos shoppings, principales templos del paganismo, simulan nieve. Cosa de gente del tercer mundo, pueblo atrasado, dominado cultural y económicamente por los países del norte, rico y blanco de nieve. Llego a imaginar la escena: Jesús de Nazaret, a semejanza de lo que hizo con los vendedores del Templo, en una ira santa, quebrando árboles de navidad y arrancando el gorro, ropa y barba, desenmascarando a Papá Noel: “¿Qué están haciendo con mi cumpleaños? ¿Por qué intentan usarlo para marketing? ¿Cómo tienen esa cara de palo?” Sería risible. No, no sería. Sería trágico. Yo lloraría en frente de la escena. Y, probablemente, ayudaría a desarmar esas mentiras llamadas Papá Noel y árboles de navidad como símbolos de una fiesta dedicada al dios-comercio, al dios-consumismo.
Necesitamos buscar en los evangelios el verdadero sentido de esta fecha, aunque ellos no hagan ninguna referencia directa al respecto de cuando Él nació. Pero cuentan de un niñito pobre que nació al aire libre, entre los animales, que vivió pobre y que, desde el nacimiento sufrió duras persecuciones. ¡Porque nunca cedió! ¡Porque nunca hizo un juego de poder! Porque jamás dejó de lado sus principios en nombre de la aceptación social. Es de ese Jesús guerrero, que murió y resucitó, de quien debemos hablar, anunciar su nombre. Llevar a todos los pueblos su mensaje de liberación y coraje. Exhortar a todos a volverse a las fuentes evangélicas. Solo así retomaremos el sentido de navidad. Solamente así será posible restaurar lo esencial del nacimiento de Cristo, el Hijo de Dios, Luz del mundo, para todos nosotros que ansiamos encontrar el camino.
Navidad, ¡renovación del amor y del coraje!
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