El Camino de Vuelta

Publicado por Tarzan Leão 24 de noviembre de 2009

O caminho de volta

“Dios me atormentó durante toda mi vida.” Fiódor Dostoiévski

Buena parte del tiempo que podría ser considerado como tiempo libre lo he dedicado al estudio exhaustivo del hebreo y la exégesis bíblica. No es una tarea fácil, es cierto, pero siempre es un momento de profundo placer intelectual. El descubrimiento del sentido último de las palabras, la búsqueda de su origen, en fin, todo eso es algo casi intraducible.

La cita de Dostoiévski al inicio de este texto no es aleatoria. De hecho, por lo menos hace treinta años que la Cuestión de Dios me ha atormentando. Eso siempre me hizo mezclar mis estudios de religión con textos científicos filosóficos, de manera que, establecido el conflicto interno, la búsqueda de la síntesis me instigaba cada vez más: San Juan de la Cruz y Nietszche, Maestro Eckhart y Stephen Hawking, Thomas Merton y Carl Sagan y, más recientemente, Juan Calvino y Richard Dawkins. Sin embargo, el contacto con esos eminentes pensadores jamás provocó en mí la emoción que siento con cada palabra nueva que conozco, con cada expresión percibida tal cual se encuentra escrita en el Tanakh (Biblia Hebrea). Como por ejemplo el sentido literal de Be-reshit (בְּרֵאשִׁית), la palabra que abre el libro de Génesis, es “En un inicio”, de acuerdo con el rabino Nilton Bonder, y no como comúnmente traducen, “En el principio”. Aunque eso pueda parecer banal, no lo es. Al contrario, sugiere claramente la existencia de otros mundos anteriores, facilitando de esa forma el diálogo entre los creacionistas o evolucionistas ortodoxos, siempre ambos tan apegados a sus dogmas.

Otro descubrimiento importante fue sobre el significado del sustantivo Abel, personaje que tiene un rápido pasaje por las Sagradas Escrituras. El texto de Génesis relata: “El hombre (אָדָם) se unió a Eva, su mujer, y ella concibió y dio a luz a Caín (קַיִן), diciendo: ´Adquirí un hombre con la ayuda del señor´.” En hebreo, el sustantivo qaîn significa herrero, que deriva de la misma raíz verbal de procrear, comprar, fundar. Lo que no debería asustar, porque Caín, según el mismo texto, es el fundador de la primera ciudad, a la cual da el nombre de du primer hijo, Henoc. Continúa el texto: “Volvió a dar a luz y tuvo a Abel (הֶבֶל), hermano de Caín”. En hebreo, hêvel significa soplo, viento, hálito, algo efímero, pasajero. Es el mismo sustantivo que el autor de Eclesiastés (Cohélet) usa cuando dice: “Todo es vano y fútil – dice Cohélet. –¡Futilidad de futilidades! ¡Sí, todo es fútil!” (הֲבֵל הֲבָלִים אָמַר קֹהֶלֶת הֲבֵל הֲבָלִים הַכֹּל הָבֶל).

Hay, si vamos a pensar seriamente, una profunda falta de sentido en la ganancia humana. El mundo contemporáneo nos infundió en nuestro inconsciente colectivo la necesidad de una mística del tener en prejuicio de la mística del Ser. De forma que, debido al mimetismo, todos nos embarcamos en esa gran ilusión, sin nunca o casi nunca, cuestionar el sentido de eso. Las personas, en su gran mayoría, están más preocupadas en trabajar, consumir o juntar dinero, que de simplemente vivir sobre el signo de la pura gratuidad. Muchos padres, ausentes el día entero en función de su trabajo – preocupados en acumular – imaginan que van a llenar el vacío dejado en sus casas empachando a sus hijos con electrónicos: computador, celular, MP5, videojuegos, etc. No saben que mientras eso acontece, quien está deseducando a sus hijos es la televisión brasileña, que brilla por su mala calidad, colocando al hedonismo como el fin último de nuestra vida.

No cuesta recordar que no somos nada más que un soplo, y que por más que podamos acumular bienes materiales, nada de eso se va con nosotros en nuestro último viaje, comprendiendo aquí en su sentido amplio: la muerte biológica. De modo que nunca está demás repetir: “Todo es vano y fútil – dice Cohélet. – ¡Futilidad de las futilidades! ¡Sí, todo es fútil!”

Y fue exactamente éste el sustantivo que Eva escogió para nombrar a su segundo hijo, Abel. Seguramente la decisión fue para recordarnos cuán breve e insignificante es nuestra vida; que nacemos solamente para morir, y que de nada vale nuestra existencia aquí en la tierra, sino que es solo una preparación para lo Trascendente, para recorrer el camino de vuelta.

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