La clase operária va al paraíso

Publicado por Sebastião Verly 22 de septiembre de 2009

Quitaron la necesidad de los periodistas portar su diploma. Sociólogo continúa indefinido y, por lo tanto, es mejor cargar mi rollo para arriba y para abajo. Aprovechando que la marea no está para pescar, saqué mi diploma del cajón y partí hacia una nueva modalidad de investigación sobre movilidad social.

Me dirigí hacia la periferia de la ciudad junto a otros colegas con quien vimos y oímos lo que hasta Dios duda. En una ex-favela, o barrio periférico de escasos recursos, había hasta una casa con una piscina suntuosa y garaje con entrada cinematográfica por fuera de la mansión. En cuanto admirábamos la belleza de la piscina del ex-pobre, la vecina del frente colocó sus gruesas piernas sobre el pequeño muro del segundo piso y se jactó de que en su casa también había una piscina de las grandes, casi olímpica. Hay varias casas de dos pisos. En una de ellas, una joven señora conversó conmigo por la protección de fierro de la puerta ya que se encontraba aún con ropa de dormir.

En un barrio de la Regional de Venda Nova, una colega socióloga mucho más joven que yo, dijo que le gustaría ser pobre como la gente de una parte de esa regional. Todo el mundo con auto nuevo. Con exención del IPI, Impuesto sobre Productos Industrializados, por el gobierno, lo que se ve son automóviles nuevitos. En todas las casas los perros son efectivamente proletarios en el sentido original del término: una prole enorme. En los barrios pobres, por puro preconcepto, no existe la recolección selectiva. Nosotros lo sentimos mucho, porque si hubiese, habría mucha economía de materiales arrojados a la basura. La manía de la clase dominada permanece: sonrisas amables, involucramiento en la conversación y hasta toques en las manos y golpecitos en la espalda. Gente simple.

En el barrio de clase media media, la mayoría aún lucha para mantener las apariencias de clase superior a que siempre aspiraron. Pero nuestros indicadores no permiten disimulo. Las garitas de los porteros en su mayoría desactivadas. El personal de limpieza, casi todos contratados por terceros con un grosero uniforme gris. La mayoría de las señoras atienden personalmente la puerta. Algunos señores, jubilados o casi jubilados, también bajan escaleras o ascensores para atendernos la puerta. El panel de llamada del citófono también está desactivado, como el salón de fiestas y el portero o portería. Los autos siempre arriba de 1.0 permanecen sucios en el garaje. ¿Hasta cuándo? Nadie exageraría en el rebajamiento de lavar el carro en el garaje como en la época del inicio de la ascensión de la clase media, y los condominios prohíben el uso del agua común. Los perros prácticamente desaparecieron, a lo menos por dos motivos: primero, por el costo de manutención y segundo, porque no está más la empleada para andar con los animales por las calles. En una calle llena de edificios, aún detectamos a un conductor con uniforme de empresa, haciendo contra su voluntad la caminata con el perro de la casa. En una casa contigua, fui tratado groseramente por una señora que portaba todas las cosas y comportamientos de una vendedora ambulante. En el fin de una calle, un edificio que conocí a fines del siglo pasado se mantenía tal como fue construido, sin ninguna reforma o arreglo.

Pero hay casos excepcionales: una decoradora mantiene una mansión con tres lotes en común y una casa llena de obras de arte. Dos vigilantes y 17 perros. Una piscina olímpica para que nadie encuentre defecto.

También hay casos de casi desespero: el joven de la familia ayudaba en la remodelación de la casa y salía por el garaje llevando el carrito con escombros para ponerlo en el contenedor propio. En condominio residencial, un ciudadano, bastante sucio de pintura, intentaba pasar por pintor, cuando reformaba las protecciones de fierro y portones.

Las filas de taxis, con quejas, discusiones y desencuentros, continúan en los estacionamientos de los barrios de clase media. Aún falta poner en la planilla los datos, pero podemos afirmar que la clase operaria camina a pasos firmes por las sendas abandonadas por la clase media. Ésta, bastante irritada, va cuesta abajo, dirigiéndose hacia el fondo del pozo…

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