Un sueño feliz de ciudad

Publicado por Sânia Campos 27 de noviembre de 2009

En el correr del día a día, cuando me dirijo desde Belo Horizonte hacia Betim y del barrio Coração Eucarístico hacia Barreiro, viajo en pensamientos y reflexiones. Algunas veces bastante desconectada de los hechos y paisajes externos, pero inmersa en vuelos interiores. Otros días me conecto más con las escenas cotidianas de la ciudad.

Hoy me acordé de una frase que oí recientemente: “cuando un hecho o un asunto toca muchas veces su puerta, préstele atención e indague: ¿qué significa?” Y decidí registrarlo.

Hoy salí de un evento en Belo Horizonte y necesitaba llegar rápidamente a Betím para otra actividad. En este trayecto, que hago varias veces por semana, hoy me llamó la atención un cuadro en particular. Para situarlos mejor, hace cerca de diez años se construyó en Betim una importante obra para la integración de la ciudad que posibilitó crear accesos alternativos a diversos barrios, así como también a las ciudades de Contagem y Belo Horizonte. Antes, el único acceso vial era la autopista Fernão Dias, BR 381. Conocida como Riacho de las Arenas, esta obra concluyó la construcción de la Avenida Marco Túlio Isaac y está conectada con la Vía Expresa.

La mayor parte fue construida cuando Betim tenía como Secretaria de Obras a una ingeniería, mujer, que aparte de ser competente técnicamente, tiene una sensibilidad socio-ambiental y estética muy grande. Es impresionante como pequeños detalles hacen grandes diferencias. Para la realización de la obra que preveía la canalización del riacho, la construcción de dos vías, incluyendo una ciclovía, era necesario en un determinado trecho que se cortaran dos frondosos árboles de mango, vecinos uno del otro. Pero la secretaría de obras cambió el proyecto y decidió que los árboles se preservaran. Quien pase por ahí, a la altura del barrio Jardim das Alterosas podrá observar estos dos árboles.

Y hoy, ¿dónde estaba? Cuando pasé por ahí, casi al medio día, con un calor bastante sofocante, vi a un grupo de estudiantes adolescentes reunidos, sentados debajo de las mangueras. Retuve esta imagen y ella desencadenó otras ideas, pensamientos y sentimientos. ¡Cuán pocas áreas verdes hay en nuestras ciudades! Todo muy gris, árido. En este tiempo de calentamiento global, de gran número de vehículos ocupando la mayoría del espacio – comparen el espacio de los peatones con el espacio de los automóviles – contaminando con emisiones excesivas de humo. Mucho ruido, mucha información visual nublando nuestra vista.

Esta sombra y este verde que fueron preservados son un oasis en este desierto de asfalto en que vivimos.

¿Por qué tan pocos administradores públicos tienen esta sensibilidad? Recuerdo que durante la construcción de la Línea Verde y los viaductos, mi hermana, que reside hace más de 30 años en el barrio Cidade Nova, me contaba con mucho dolor y reprobación sobre cada árbol que fue cortado: “Árboles que yo vi plantar y florecer, destruidos sin ninguna clemencia.” Nadie pensaba en las consecuencias futuras. El movimiento de algunos ciudadanos fue inútil.

Continué mis actividades del día, pero recordé varias veces la escena de los estudiantes y las mangueras.

Vuelvo a Belo Horizonte y aún en el corre-corre atravieso edificios y espacios dentro de la Universidad Católica – PUC, en el Barrio Coração Eucarístico. Admiro no solo la solidez y belleza arquitectónica de los edificios, sino también el pasto verde, los jardines bien cuidados y regados en esta época de lluvias. De repente, encuentro a un grupo de estudiantes reunidos debajo de algunos árboles, en un lugar bien ventilado y protegido del calor excesivo. Uno de ellos leía en voz alta para los otros, que sentados a la sombra escuchaban atentos. Paré por un instante y tuve muchas ganas de quedarme ahí también, disfrutando del paisaje de los jardines y de la generosidad de estos árboles que ofrecían su sombra.

¡Y allá voy con mi rutina loca! Ahora tengo que pasar a mi casa antes de seguir e ir a dar clases nocturnas en la PUC-Barreiro. En el camino a casa hacía un calor insoportable y tránsito nervioso. Pocos árboles y casi nada de verde. ¡Algunos árboles pequeños insisten en sobrevivir en medio de toda esa contaminación! Y llama de nuevo a mi puerta: ¿qué ciudades son estas que construimos? En la Vía Expresa, en una bifurcación, cercaron un área y construyeron una pista de Cooper, incluso después colocaron barras para elongar. En la época que el espacio estaba siendo construido me asusté y dije: “¡Qué locura! ¿Será que imaginan que alguien va a ejercitarse aquí, en este encuentro de vías repletas de carros, bocinas y contaminación? El espacio es pequeño, no hay forestación ni jardines. Entonces paso de nuevo por ahí y está lleno de personas. Este hecho absurdo es un indicador de la precariedad y de la falta de espacios en varias partes de la ciudad donde las personas puedan encontrarse, caminar. Faltan plazas, jardines y espacios públicos para actividades físicas.

Bueno, este fue el asunto que hoy llamó a mi puerta una y otra vez. ¿Es posible? En los intervalos de mis actividades, moviéndome de un lugar a otro, pensaba en un sueño feliz de ciudad.

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