El Fin del Mar

Publicado por Maria Eulalia Jorda Poblet 3 de marzo de 2011

El compositor catalán Joan Manuel Serrat anunció cierta vez en unos versos vigorosos el deseo de que su cuerpo fuese sepultado en el mar Mediterráneo, entre la playa y el firmamento. Trece años después grabó otra canción, en donde esta vez decía que ese deseo ya no podría cumplirse, puesto que el mar había muerto antes que él, siendo ahora su deber sepultarlo.

Yo también planeaba que mis cenizas se arrojaran en las olas del mar –de Espírito Santo- si no fuese porque descubrí, como Serrat, que la muerte llevaría a este mar antes que a mí.

El trágico descubrimiento se dio en la playa de Ubú, próxima a Guarapari. Esta discreta aldea de pescadores donde voy hace quince años consecutivos, está hoy en medio de tres portentos devastadores: la minera Samarco, los sondajes de petróleo y la pesca predadora industrial de alta tecnología. La hiperactividad patológica de todas estas empresas reunidas en un mismo lugar potencializa el desequilibrio y la destrucción de aquel ecosistema marino/terrestre.

En este mecanismo sobresale la Samarco – brazo de la Vale/BHD Billinton – agotando los ríos y montañas de Minas en una punta, y contaminando las aguas y el aire de Ubú en la otra. Ella y las otras empresas tienen mucho en común aparte del furor de obtener lucros, que es el motor que las mueve: tienen marketing y poder. Delante de tal desproporción de fuerzas, la población tradicional de la villa cae impotente.

Hay dos ductos mineros subterráneos – invisibles a simple vista – que transportan el hierro inmerso en el agua, desde la región de Ouro Preto hasta el puerto de Ubú. En él el mineral es transformado en pelotas donde embarcará para ser exportado. Millones de litros de esta agua oriunda de Minas Gerais, una vez que ya fueron utilizados en los procesos, en vez de volver a su origen, son lanzados incesantemente dentro de la laguna del estado de Espírito Santo, Mãe-Bá.

En la laguna, próxima al mar de Ubú, ya casi no hay más vida. Las garzas y las tilapias ya no se aparecen. Algunas pruebas constataron niveles intolerables de mercurio. Alevinos lanzados para repoblar sus aguas mueren al poco tiempo. Algunos niños nacieron con deformidades, lo que puede ser un indicativo de la contaminación de mercurio en la dieta a base de pescados, semejante a lo ocurrido en Minamata, Japón. El viento eleva partículas de hierro, y estas se depositan en las rocas, en el mar, en las ventanas de las casas y en los pulmones.

En el horizonte, al fondo, pasan navíos con radares que muestran cardúmenes a kilómetros de distancia. La pesca industrial es absurdamente predatoria, pudiendo recoger en menos de una semana más de 80 toneladas de pescado. No hay especie costera, de arrecife, o de altamar que aguante tanta presión ambiental. Los preparativos en tierra y en altamar para la construcción de las torres  para la obtención de petróleo ya prenuncian accidentes, manchas de aceite, basura, o sea, las viejas trampas mortíferas tecnocéntricas. El sentido común desapareció del mundo. El mar, nuestro último refugio, pagará caro por esto.

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