El Trabajo en la Educación Escolar y Familiar

Publicado por Leda Carvalho 23 de agosto de 2010

 

No se concibe una educación global, proporcional y correcta que no sea también una educación para el trabajo. El trabajo siempre fue fundamental para el hombre, con el fin de asegurar su bienestar y su cultura.
            El trabajo debe ser también uno de los elementos básicos de la educación. En las salas de clase se debe trabajar desde la Educación Infantil con liderazgos rotativos como nos enseña la Cibernética Social y Proporcionalismo, recepcionista, enfermero, secretario, observador, ayudante del día, creativo, cronometrista y el feedback, por ejemplo.
            Intentaré analizar con más detalle la importancia de la educación familiar-escolar:

  1.       Los padres y los educadores deben acordarse, antes que todo, que el niño será miembro de una sociedad de trabajadores, que su desempeño en esta sociedad y su valor como ciudadano dependerán exclusivamente del grado de su participación en el trabajo social y de su capacitación para ese trabajo.

      Su bienestar y su nivel material de vida también dependerán de su contribución en el trabajo. Sabemos que, por naturaleza, todos los individuos tienen propensiones y potencial aproximadamente proporcionales para el trabajo, pero en la vida real, unos trabajan mejor que los otros. Mientras algunos solamente son capaces de realizar tareas muy simples, otros pueden efectuar las más complejas y, consecuentemente, las de mayor valor. Esas diferentes capacidades no son innatas, se forman en el curso de la vida y en especial en la Educación Infantil y en la Juventud.

            De eso se deduce que la educación no es solamente la preparación para el pensar, razonar; para el crear y relacionar, sino también para el hacer, el operar, preparando así su futuro nivel de vida y su bienestar.

2.        Se puede trabajar por necesidad vital. En la historia humana el trabajo siempre tuvo un carácter coactivo, de esfuerzo penoso, necesario para no morirse de hambre. Desde los tiempos antiguos, el hombre lucha para liberarse del trabajo opresivo convirtiéndolo en fuerza creadora, sin embargo, no ha podido alcanzarlo teniendo en cuenta las condiciones de explotación y de desproporcionalidad clasista.

            Esa forma de esfuerzo sólo es posible cuando es realizada con amor, cuando el hombre siente el placer de la creación y comprende su utilidad y necesidad, cuando el esfuerzo se transforma en la forma fundamental de expresión de su personalidad y de su talento. Eso es posible solamente cuando se arraiga un hábito en ese sentido, cuando ningún esfuerzo o tarea resulta penosa, y es necesario que tenga un sentido.

3.        No es sólo la capacitación del trabajador lo que se va transformando en la conjunción de esfuerzos, sino también la preparación del compañerismo, porque simultáneamente se configuran relaciones correctas con los semejantes; se realiza una formación moral. Es la participación en el trabajo colectivo lo que le permite a cada hombre mantener relaciones moralmente correctas con sus semejantes. Afecto y amistad fraterna para con el hombre trabajador; indignación y repudio para con el vagabundo que huye del trabajo.

4.        La utilidad principal de esa educación está en el desarrollo psíquico y místico del individuo.

5.        El trabajo no sólo tiene importancia social y económica, sino también un gran valor en la vida privada.

            Bien sabemos cuán alegres y felices viven los hombres capaces y tranquilos, los que trabajan con éxito, los que saben dominar y gobernar las cosas, auto-conducirse y cómo, por el contrario, siempre nos inspiran lástima los que reculan delante del menor obstáculo, los que no saben contentarse con ellos mismos, los que si no reciben ayuda viven descontentos, en la inmundicia, en el desorden.

            Los padres y educadores deben reflexionar sobre cada uno de esos problemas que fueron señalados. Verán confirmada en cada momento de sus vidas y en la de sus amigos la gran importancia de la educación para el trabajo. En la tarea de educar a sus hijos no deben olvidarse nunca de este aspecto.

            Las participaciones del niño en los liderazgos de la sala de clase y en las tareas domésticas deben comenzar temprano e iniciarse como juego. Será confiada a él su responsabilidad de cuidar de su patrimonio,  que en esta fase son sus juguetes, además de limpiar y dejar en orden el lugar donde juega.

            Con el pasar del tiempo, las tareas adquieren más carácter de trabajo que de juego y se tornan más complejas. Enumeramos algunos aspectos del trabajo infantil, dejando a cada familia el cuidado de modificar o ampliar la lista según las condiciones de vida y edades de los niños:

            – hacer la cama

            – guardar su ropa

            – ayudar a poner la mesa del desayuno y del almuerzo

            – ponerle comida al perro o al gato

            – colaborar con el padre o la madre en los quehaceres domésticos, como lavar los platos o cambiar una ampolleta

            – pagar cuentas en el banco

            – hacer compras en el supermercado o en tiendas, y saber cuánto cuestan los alimentos y la ropa

Una de las cosas que más preocupan a padres y educadores es saber cómo deben tratar a un niño perezoso. Debemos saber que la pereza o la falta de gusto por el esfuerzo físico raras veces es fruto de un estado de salud precario, de debilidad física o de falta de energía. Si fuese así, lo mejor sería recurrir a un médico, pero en la mayoría de los casos, la pereza no se debe sino a un mal hábito: los padres no desarrollan la energía del niño desde temprano, no lo acostumbran a tener dificultades, no despiertan su interés por los liderazgos en la sala de clase ni en las tareas domésticas y no lo habitúan al trabajo conjunto con el padre o la madre ni a las satisfacciones que él proporciona.

            Cuando el niño realiza un trabajo deficiente no se le debe avergonzar ni censurar. Se le debe decir simple y serenamente que el trabajo puede ser mejorado, que él puede hacerlo mejor, que debe modificarlo, corregirlo o rehacerlo. Tampoco se debe hacer el trabajo por él. Sólo en algunos determinados casos los padres pueden terminar lo que está más allá de las posibilidades del niño, corrigiendo así los errores en que incurrieron al indicarse la tarea.

            Debemos ser absolutamente en contra de los castigos, y las sanciones deben ser por reciprocidad, como por ejemplo, rasgó un cuaderno, lo arregla, ensució un mueble, lo limpia. Cualquiera que sea la índole del trabajo y el esfuerzo necesario para su cumplimiento, debe producir en el niño comprensión, satisfacción, alegría y comprensión en el resultado. Reconocer que su trabajo está bien hecho es el mejor premio. Elogiar su creatividad, su espíritu de emprendimiento, sus métodos de trabajo, su capacidad para esforzarse, es también recompensarlo. Pero no se debe abusar de las aprobaciones o reprobaciones verbales delante de los compañeros y de los amigos de sus padres. Aún menos se debe castigar al niño por un trabajo mal hecho o incompleto. Lo más importante en este caso es conseguir que, a pesar de todo, el trabajo o tarea se concluya.

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