Limpieza Urbana en Belo Horizonte: Tecnología e inclusión – Parte 1

Publicado por Fátima Abreu 14 de julio de 2009

Reseña Histórica
Belo Horizonte, la primera ciudad planeada de Brasil, prevista para albergar trescientos mil habitantes, tuvo la higiene y la salubridad incluidas como requisitos fundamentales. Su historia está marcada por la vanguardia en la búsqueda de la destinación adecuada de la basura. Para el tratamiento de la basura fue instalado un horno de incineración cuyo funcionamiento duró desde la fundación de la ciudad en el año 1897 hasta 1930.

La preocupación por la mejoría del patrón de limpieza de la capital, junto al crecimiento de la población y el consecuente aumento de la cantidad de residuos descartados, exigió la incorporación de nuevos recursos para el tratamiento de la basura. El horno de incineración fue desactivado, entrando en funcionamiento cien celdas de fermentación del sistema “Beccari”, resaltando la adopción de tecnología de punta en el tratamiento de la basura en la capital minera. El sistema de fermentación fue desarrollado por el florentino Giovani Beccari en 1922 y ya en 1929 era implantado en Belo Horizonte.

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A lo largo de la década del 60, las celdas “Beccari” fueron desactivadas y la mayor parte de los residuos recolectados eran depositados a cielo abierto en el vertedero Morro das Pedras. En ese lugar, conocido popularmente como “Boca de Basura”, 300 personas vivían en condiciones sub-humanas, sobreviviendo de la recolección de sobras. En el período de lluvias en los años 1971 y 1972, ocurrieron dos trágicos deslizamientos en Boca de Basura, ambos con víctimas fatales, generando una pésima repercusión en el proceso de degradación de la ciudad.

En 1972 se retoma la orientación de la gestión adecuada de residuos, con la colaboración del Primer Plan de Limpieza Urbana de Belo Horizonte. La ciudad se destaca una vez más en el escenario nacional con la implantación a partir de 1975 del Relleno Sanitario para la destinación final de la mayor parte de los residuos urbanos y de la Usina de Selección y Compostaje que permitía el reaprovechamiento de una pequeña parte de los materiales reciclables y de la materia orgánica. El plan también reservó otra área para relleno sanitario en el municipio, buscando prevenir dificultades futuras para la identificación de lugares para ese uso. Posteriormente el área de Capitão Eduardo, que había sido destinada para relleno sanitario, fue utilizada para la implantación de un conjunto habitacional, dejando al municipio sin opción de lugar para la disposición de sus residuos urbanos, que son enviados actualmente hasta un relleno sanitario en el municipio de Sabará.

En el inicio de los 90, la basura urbana ya era conocida mundialmente como uno de los grandes problemas ambientales de la actualidad, no sólo por su alto potencial contaminante del suelo, agua y aire, sino también por su relación con el agotamiento de los recursos naturales. Con el lanzamiento de nuevos productos al mercado y la publicidad “creando” necesidades, se generó un sistema de producción y consumo inductor de desperdicios, con la sustitución masificada de productos durables por otros desechables o de vida corta. La cultura del desperdicio en Brasil se contrapone, en especial en las grandes ciudades como Belo Horizonte, a la situación de miseria de la población que tiene como única fuente de supervivencia y generación de renta la recolección de alimentos y otros materiales de la basura. Otros problemas de las grandes ciudades, incluyendo Belo Horizonte, es la saturación de la capacidad de las áreas existentes para entierro de los residuos y las dificultades para la identificación de nuevas áreas para esa finalidad.

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Por lo tanto, la gestión de residuos es un problema de gran complejidad que involucra a toda la sociedad. Es, sin duda, el servicio público que más depende de la participación de las personas desde su generación, acondicionamiento, recolección, selección, beneficio, reaprovechamiento, tratamiento y destinación final. En 1993, entretanto, se observaba en Belo Horizonte un total alejamiento de la sociedad en relación a los problemas relacionados con la basura urbana, una actitud individualista, asumiendo como problema propio sólo lo que está dentro de los límites del espacio privado.

Nuevo modelo a partir de 1993
A partir de 1993, la Superintendencia de Limpieza Urbana (SLU) inició la implantación del Modelo de Gestión de Residuos Sólidos Urbanos de Belo Horizonte, por lo cual la ciudad fue reconocida nacional e internacionalmente, recibiendo varios premios. En 1996, el trabajo fue premiado y destacado por el programa “Gestión Pública y Ciudadanía” de las fundaciones Getulio Vargas y Ford. En función de esa premiación la SLU fue invitada a presentar el trabajo y participar del evento de conmemoración de 10 años del programa análogo en los Estados Unidos, promovido por la Fundación Ford en colaboración con la Escuela de Gobierno John Kennedy de la Universidad de Harvard.

En ese nuevo modelo se destacaron innovaciones tecnológicas con énfasis en la separación de residuos en la fuente y la recolección selectiva, visando al máximo el reaprovechamiento y el reciclaje de residuos sólidos. Fueron implantados tres programas de reciclaje: Compostaje simplificado de los residuos orgánicos (restos de alimentos, podas, etc.), reciclaje de los residuos de construcción civil (escombros) y selección de materiales reciclables (papel, metal, vidrio y plástico). Esos programas, aparte de posibilitar la reducción de materiales que serían encaminados al relleno sanitario, alargando su vida útil que ya estaba próxima a agotarse, propiciaban economías de recursos naturales y energéticos e incluso viabilizaban la generación de empleo y renta.

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El compostaje simplificado fue adoptado después de la decisión de paralizar la Usina de Selección y Compostaje que ya se
encontraba obsoleta. El nuevo proceso se llevó a cabo con los residuos orgánicos recolectados selectivamente en mercados, ferias y supermercados, junto con los materiales provenientes de podas o corte de césped y propició la producción de un compost de calidad significativamente superior al que era producido en la usina. Antes el compost era hecho de material recolectado, mezclado y seleccionado posteriormente en la usina. La separación no lograba eliminar la contaminación de pedazos de vidrios, pilas, etc., y más allá de eso, el proceso no tenía el debido control operacional. El compost resultante, de baja calidad, era usado en bandejones centrales y jardines, incomodando a la ciudadanía por su mal olor. En el sistema nuevo, el compost generado a partir de materia orgánica limpia y con riguroso control de calidad, comenzó a ser usado como insumo en huertas comunitarias y escolares.

El programa de reciclaje de escombros de la construcción civil, con la implantación de unidades de reciclaje en los lugares de mayor generación de ese tipo de residuos de la ciudad, propició un ahorro económico para la prefectura a través de la utilización de escombros reciclados en obras de pavimentación, mantenimiento de vías públicas y de construcción civil. Permitió incluso la corrección de la disposición irregular de escombros en la malla urbana. En un estudio realizado en 1993 se identificaron 134 áreas de disposición clandestina en la ciudad, generando graves problemas para el municipio y gastos adicionales para el sistema de limpieza urbana.

La recolección selectiva de los materiales reciclados también presentaba desafíos tecnológicos. Ya que había pocas experiencias en Brasil, Belo horizonte se propuso buscar alternativas que permitiesen la reducción de los altos costos gastados en otros municipios, aparte del desafío de incorporar, efectivamente, la colaboración de los recolectores que trabajaban de manera informal y sumamente precaria en las calles de la ciudad.

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En lo que se refiere a innovación tecnológica fue promovido el perfeccionamiento de los servicios prestados, con la adecuación e innovación de equipamientos, instalaciones y ampliación de la atención, contemplando áreas antes excluidas o mal atendidas. Una solución creativa permitió la ampliación de los servicios de recolección domiciliaria en villas y barrios periféricos con la utilización de vehículos especiales pequeños que permitieron el acceso a vías estrechas, con pavimentación irregular y con inclinación acentuada.
Otra invención del nuevo sistema de limpieza urbana fue la creación e instalación de cien micro-puntos de apoyo al barrido del área central. Pequeñas instalaciones del tamaño de un quiosco de revistas permitieron a los barrenderos tener un lugar donde cambiarse de ropa, usar el baño, ducharse después de la jornada de trabajo y calentar sus marmitas. Antes, estos trabajadores eran obligados a pedir el uso del baño en bares y otros establecimientos, alimentarse en plazas, veredas o sobre viaductos, ya que era muy difícil encontrar áreas disponibles para la construcción de puntos tradicionales de apoyo al barrido en el centro de la ciudad.

A pesar de tantas novedades tecnológicas, lo que más se destacó en el nuevo modelo de gestión de residuos instituido en 1993 fue la incorporación de forma intensiva y sistemática de componentes de carácter social y ambiental. Para eso se constituyó un proceso revolucionario de movilización y participación social en el sistema de limpieza urbana, hasta entonces con una actuación estrictamente técnico-operacional.

– Fotos cortesía del Centro de Memoria e Investigación de la Superintendencia de Limpieza Urbana de la Prefectura de Belo Horizonte- CEMP/SLU-PBH

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