II – Frases de Sócrates – El Cosmos, la Educación y el Conocimiento

Publicado por Editor 31 de enero de 2012

El Cosmos

No soy ni ateniense, ni griego, sino un ciudadano del mundo.

El gran secreto para la plenitud es muy simple: compartir.

Conócete a ti mismo y conocerás al universo.

En cualquier dirección que recorras el alma, nunca tropezarás con sus límites.

Conocerse a sí mismo significa descubrir a Dios en los otros.

La Educación

Lo que debe caracterizar a la juventud es la modestia, el pudor, el amor, la moderación, la dedicación, la diligencia, la justicia y la educación. Son estas las virtudes que deben formar su carácter.

Aquél a quien la palabra no educa, tampoco el palo lo educará.

El Conocimiento

Considero propio investigar la razón de ser de todas las cosas – cómo son – y rechazar todas las opiniones sin explicación.

Aquellos que cuidan del filosofar no ceden al impulso de las pasiones. La pérdida de patrimonio, la pobreza o la existencia sin honras no es capaz de intimidarlos.

Las tinieblas no dejan ver ni mirar directamente la luz.

La palabra es el hilo de oro del pensamiento.

La vida que no se examina no vale la pena ser vivida.

Niños… ¡Dejen de proferir palabras tan vagas! Tan jóvenes… ¡Y tan auto-proclamados sabios!

La sabiduría comienza en la reflexión. El inicio de la sabiduría es la admisión de la propia ignorancia. Todo mi saber consiste en saber que nada sé.

El verdadero conocimiento viene de dentro.

Para encontrarte a ti mismo, piensa por ti mismo.

Conócete a ti mismo, tórnate consciente de tu ignorancia y serás sabio.

Existe sólo un bien, el saber, y sólo un mal, la ignorancia.

Sabio es aquél que tiene consciencia de su límites.

Sólo sé que nada sé, y eso me coloca en ventaja sobre aquellos que creen que saben algo.

La vida sin ciencia es una especie de muerte.

La verdad no está con los hombres, sino entre los hombres.

En efecto, estamos convencidos de que si alguna vez vamos a tener un conocimiento puro de alguna cosa, hay que deshacerse del cuerpo y contemplar las cosas por sí mismos con el alma por sí misma. Parece, a juzgar por el argumento, que la sabiduría que nosotros deseamos y sobre la cual nosotros profesamos haber definido nuestros corazones será posible sólo cuando estemos muertos y no durante nuestra vida.

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