El crepúsculo del “pero….”

Publicado por Editor 19 de agosto de 2014

Los brujos tienen una tendencia peculiar. Viven exclusivamente al crepúsculo de un sentimiento descrito por la palabra “pero…”. Cuando todo está desmoronándose a su alrededor, los brujos aceptan que la situación es terrible, y entonces de inmediato escapan al crepúsculo del “pero….”.

La brujería es un viaje de retorno. Volvemos victoriosos al espíritu, habiendo bajado al infierno. Y del infierno traemos trofeos. El entendimiento es uno de nuestros trofeos.

Nuestra dificultad con esa progresión simple es que la mayor parte de nosotros es reacio a aceptar que necesitamos tan poco para ir adelante. Estamos preparados para esperar instrucción, enseñanza, guías, maestros. Y cuando nos dicen que no necesitamos de nadie, no lo creemos. Nos ponemos nerviosos, después desconfiados y por fin enojados y decepcionados. Si necesitamos ayuda, no es en métodos, sino en énfasis. Si alguien nos hace conscientes de que debemos restringir nuestra autoestima, esa ayuda es real.

Según los brujos, no debemos depender de nadie para convencernos de que el mundo es infinitamente más complejo que nuestras fantasías más salvajes. Entonces, ¿por qué somos dependientes? ¿Por qué necesitamos a alguien para guiarnos cuando podemos hacerlo nosotros mismos? Interesante pregunta, ¿no?

No hay procedimientos en brujería. No hay métodos ni pasos. La única cosa que importa es el movimiento del punto de encaje. Y ningún procedimiento puede causar eso. Es un efecto que acontece completamente por sí mismo.

Acabo de explicar que el movimiento del punto de encaje acontece por sí mismo. Pero también dije que la presencia del maestro mueve el punto de encaje de su aprendiz y que la manera por la cual el maestro enmascara su implacabilidad o ayuda o estorba ese movimiento.

Lo que parece una contradicción es en realidad los dos lados de la misma moneda. El maestro atrae el punto de encaje al movimiento ayudando a destruir el espejo de la auto reflexión. Pero eso es todo lo que él puede hacer. Quien lo mueve de hecho es el espíritu, lo abstracto, algo que no puede ser visto o sentido, algo que parece no existir, y sin embargo existe. Por esa razón, los brujos afirman que el punto de encaje se mueve completamente por cuenta propia. O dicen que el maestro brujo lo mueve. Este, siendo el conducto de lo abstracto, tiene permiso de expresarlo a través de sus acciones.

El maestro mueve el punto de encaje, y sin embargo no es él mismo quien realmente provoca el movimiento. O tal vez sea más apropiado decir que el espíritu se expresa de acuerdo con la impecabilidad del maestro, el espíritu puede mover el punto de encaje con la simple presencia de un maestro brujo impecable.

Porque el espíritu no tiene esencia perceptiva, los brujos lidian de preferencia con las instancias y modos específicos por los cuales son capaces de despedazar el espejo de la auto reflexión.

El mundo de nuestra auto reflexión o de nuestra mente es muy inconsistente y es mantenido unido por algunas pocas ideas llave que sirven como su orden oculta. Cuando esas ideas fallan, el orden oculto para de funcionar.

La continuidad es una idea llave. La idea de que somos un bloque sólido. En nuestras mentes, lo que sustenta nuestro mundo es la certeza de que somos inmutables. Podemos aceptar que nuestro comportamiento puede ser modificado, que nuestras reacciones y opiniones pueden ser modificadas, pero la idea de que somos maleables al punto de mudar de apariencia, al punto de ser alguna otra persona, no es la parte del orden oculto de nuestra auto reflexión. Siempre que un brujo interrumpe ese orden, el mundo de la razón para.

La continuidad es tan importante en nuestras vidas que cuando se quiebra es siempre reparada instantáneamente. No obstante, en el caso de los brujos, una vez que su punto de encaje alcanza el lugar de la no piedad, la continuidad nunca es la misma.

Su incerteza es para ser esperada. Al final, estás lidiando con un nuevo tipo de continuidad. Lleva tiempo para acostumbrarse a él. Los guerreros pasan años en el limbo, donde no son hombres comunes ni brujos.

Ellos no tienen elección. Todos se vuelven conscientes de lo que ya son: brujos. La dificultad es que el espejo de la auto reflexión es plenamente poderoso y sólo deja a sus víctimas irse después de una lucha feroz.

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