El asalto del espíritu

Publicado por Editor 8 de julio de 2013

 

La segunda sutileza narrada en las historias de brujería es llamada asalto del espíritu. La primera sutileza, las manifestaciones del espíritu, es el escenario que el intento construye y coloca frente a un brujo, invitándolo a entrar. Es el escenario del intento visto por un brujo. El asalto del espíritu es el mismo escenario visto por el novato que es invitado, o mejor dicho, forzado a entrar.

Esta segunda sutileza podría ser una historia en sí misma. Según la historia, después que el espíritu se manifestó a aquel hombre sobre el cual conversamos y no tuvo respuesta, el espíritu construyó una trampa para el hombre. Era un subterfugio final, no porque el hombre fuese especial, sino porque la incomprensible cadena de eventos del espíritu convirtió a ese hombre disponible en el exacto momento en que el espíritu tocó la puerta.

No es necesario decir que cualquier cosa que el espíritu le reveló a ese hombre no le hizo ningún sentido. Con certeza iba en contra de todo lo que el hombre sabía, todo lo que era. El hombre, naturalmente, rechazó de inmediato y no en términos inciertos, tener alguna relación con el espíritu. No iba a dejarse caer por tamaña idiotez. Él sabía algo mejor que hacer. El resultado fue una completa calle sin salida.

Puedo decir que esa es una historia idiota, y que lo que te di es el lugar común para aquellos que se sienten desajustados con el silencio abstracto.

Después de una vida entera de práctica, los brujos saben si el espíritu los está invitando a entrar en el escenario que está siendo exhibido frente a ellos. Aprendieron a disciplinar sus eslabones de conexión con el intento. De esa forma, siempre están prevenidos, siempre saben lo que el espíritu les tiene reservado.

Destino y sentido de la vida

El progreso a lo largo del camino de los brujos es, en general, un proceso drástico cuyo propósito es colocar en orden a ese eslabón de conexión. El eslabón de conexión del hombre común con el intento está prácticamente muerto, y los brujos comienzan con un eslabón que es inútil, porque no responde voluntariamente. Para reavivar ese eslabón ellos necesitan un propósito riguroso, feroz – un estado mental especial llamado intento inflexible. La parte más difícil del aprendizaje de la brujería es aceptar que el maestro es el único ser capaz de proporcionar el intento inflexible.

La tarea de la brujería, desde el punto de vista del espíritu, consiste en limpiar nuestro eslabón de conexión con él. El escenario que el intento exhibe frente a nosotros es entonces una casa de limpieza, dentro de la cual encontramos tanto los procedimientos para limpiar nuestro eslabón de conexión como el conocimiento silencioso que permite que el proceso de limpieza acontezca. Sin estos conocimientos silenciosos ningún proceso puede funcionar, y todo lo que tendremos será una frustración indefinida, una sensación de que nos falta alguna cosa.

Los eventos desencadenados por los brujos como resultado del conocimiento silencioso son tan simples y sin embargo tan abstractos que los brujos decidieron hace mucho tiempo hablar sobre esos eventos sólo en términos simbólicos. Las manifestaciones y el asalto del espíritu son el ejemplo.

Cada uno de nosotros es impedido de conocimiento silencioso por barreras naturales específicas a cada individuo. Nosotros, como seres comunes, no sabemos, ni jamás vamos a saber que hay algo completamente real y funcional – nuestro eslabón de conexión con el intento – que nos da nuestra preocupación hereditaria con el destino, con el sentido de nuestras vidas. Durante nuestras vidas activas nunca tenemos la oportunidad de ir más allá del nivel de la mera preocupación, porque desde tiempos inmemoriales la rutina de los quehaceres diarios nos entorpeció. Es sólo cuando nuestras vidas casi se encuentran por terminar que nuestra preocupación con el destino comienza a asumir un carácter diferente.

Comienza a hacernos ver a través de la neblina de las ocupaciones diarias. Infelizmente, ese despertar siempre viene de la mano con la pérdida de energía causada por el envejecimiento, cuando no tenemos más fuerza para transformar nuestra preocupación en descubrimiento pragmático y positivo. En ese punto, todo lo que es dejado es una angustia amorfa y penetrante, un deseo por algo indescriptible, y una simple rabia por haber errado el blanco.

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