Coherencia y uniformidad

Publicado por Editor 30 de enero de 2014

Si el punto de encaje no queda estacionario, no hay posibilidad de que percibamos coherentemente. Lo que percibiríamos sería un caleidoscopio de imágenes disociadas. Por eso los antiguos brujos ponían tanto énfasis, tanto en el ensueño como en el acecho. Un arte no puede existir sin el otro, especialmente para el tipo de actividad en que ellos están involucrados.

Los antiguos brujos las llamaban complejidades de la segunda atención y gran aventura de lo desconocido. Esas actividades son resultantes de los movimientos del punto de encaje. Los antiguos brujos aprendieron no solamente a mover su punto de encaje para miles de posiciones en la superficie o en el interior de su masa energética, como también a fijar el punto de encaje en esas posiciones y así mantener indefinidamente la cohesión.

Cuanto más clara la visión de los sueños, mayor nuestra cohesión. La cohesión de los antiguos brujos era tan grande que llegaba a permitir que se tornase perceptivo y físicamente todo lo que fuese dictado por la posición específica de su punto de encaje. Podían transformarse en cualquier cosa para la que tuvieran un inventario específico. Un inventario es la relación de todos los detalles de percepción involucrados en tornarse, por ejemplo, jaguares, pájaros, insectos, etc., etc.

Los antiguos brujos tenían una fluidez fenomenal. Todo lo que necesitaban era un movimiento mínimo de su punto de encaje, una minúscula pista perceptiva venida del ensueño, e instantáneamente acechaban aquella percepción; reacomodaban su cohesión para ajustarse al nuevo estado de consciencia y transformarse en un animal, en otra persona, un pájaro o cualquier cosa.

Los enfermos mentales imaginan una realidad personal porque no hay ningún objetivo preconcebido. Los locos traen el caos para dentro del caos. Los brujos, al contrario, traen el orden para el caos. Su objetivo preconcebido y trascendental es liberar la percepción. Los brujos no crean el mundo que están percibiendo; ellos perciben la energía directamente, y en seguida descubren que lo que están percibiendo es un mundo nuevo y desconocido, que los puede tragar porque es tan real como cualquier cosa que conocemos como real.

Al ver los puntos de encaje de los niños fluctuando constantemente, como si fueran movidos por un temblor, cambiando de posición con facilidad, los antiguos brujos concluyeron que la posición habitual del punto de encaje no es innato, y sí establecido a partir del hábito. Viendo que solamente en los adultos ellos eran fijos en una posición, dedujeron que la localización específica del punto de encaje permite un modo específico de percibir. A través del uso, ese modo específico de percibir se torna un sistema para interpretar datos sensoriales.

Por el hecho de haber nacido en ese sistema, desde el instante del nacimiento, luchamos imperativamente para ajustar nuestra percepción a las exigencias de él; un sistema que nos gobierna durante toda la vida. Por lo tanto, los antiguos brujos estaban en lo correcto en creer que el acto de contrariarlo y percibir la energía directamente mientras ella fluye es lo que transforma a una persona en un brujo.

La mayor realización de nuestro desarrollo humano es trancar el punto de encaje en su posición habitual. Ya que apenas él se inmoviliza allí, nuestra percepción puede ser enseñada y llevada a interpretar lo que percibimos. En otras palabras, podemos ser llevados a percibir más en términos de nuestro sistema de que en términos de nuestros sentidos. La percepción humana es universalmente homogénea porque el punto de encaje de toda la raza humana está fijado en el mismo lugar.

Los brujos probaron todo eso a sí mismos cuando vieron que en el momento en que el punto de encaje es movido más allá de un cierto límite y nuevos filamentos de energía universal comienzan a ser captados, lo que percibimos no tiene sentido.

La causa inmediata es que los nuevos datos sensoriales tornaron nuestro sistema inoperante, y él no puede más ser usado para interpretar lo que estamos percibiendo. Percibir sin nuestro sistema, claro, es una cosa caótica. Pero extrañamente, cuando creemos que perdimos la cabeza, nuestro viejo sistema viene a rescatarnos y transforma la percepción incomprensible en un mundo nuevo totalmente comprensible.

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