Reconciliación y Perdón

Publicado por Antonio Carlos Santini 11 de agosto de 2014

Pasada la Copa del Mundo, es hora de pensar en cosas serias. En primerísimo plano, las elecciones de octubre.

Esta vez, más que en elecciones anteriores, Brasil corre el riesgo de verse partido por la mitad. Las redes sociales revelan una creciente polarización alimentada por sentimientos de odio y una expectativa de revancha. Obviamente, un semillero de ese tipo no puede dar una buena cosecha.

A mi modo de ver, el ciudadano debe votar con los ojos en el futuro, apostando siempre en la esperanza de un Brasil mejor. No debo hacer de mi voto un arma de venganza. Se trata, sobre todo, de elegir aquellas personas que más podrán – incluso en un sistema político degenerado – contribuir para el bien común y el progreso de la sociedad.

El impulso revolucionario puede ser evaluado a través de la contemplación de la Historia. Aquí y allí, donde surgieron supuestos salvadores de la Patria, lo que se vio fue guerra, hambre y barbarie. Dos ejemplos clásicos son los gobiernos del nazismo germánico y del comunismo soviético. Recientemente fui contactado por la Comisión de Verdad del municipio de Volta Redonda, en Rio de Janeiro. Como la ciudad era considerada zona de seguridad nacional durante el gobierno militar, fueron cometidos allí serios abusos y violaciones a los derechos humanos y a las libertades individuales. Por casualidad, según me informaron, soy el único sobreviviente del grupo que fue preso en esa ciudad, por ocasión del Acto Insitucional  nº 5, de diciembre de 1968. A eso se debe el interés de mi testimonio al respecto de esos acontecimientos.

Aunque ya pasaron casi 46 años de esos lamentables eventos – en relación a los cuales no alimento ningún tipo de resentimiento-, ¿qué podría hacer aparte de llorar las heridas de mis compañeros de prisión? No se construye una ciudad de los hombres masticando las desgracias del pasado, sino extrayendo de la materia del presente las inspiraciones para un futuro mejor.

Claro, no se trata de perder la memoria, sino de sanar sus heridas, de modo que ellas dejen de envenenar el presente y determinar lo que debe venir. Al final, aquellos que fueron presos estaban arriesgando sus vidas exactamente por el futuro de sus hijos, insistiendo en el derecho de participar en la edificación del país.

Uno de mis colegas de cárcel, el querido Profesor Waldyr Amaral Bedê, profundo conocedor de la realidad brasilera, me enseñó esta actitud de dar vuelta la página, mirar hacia adelante y colocarse en un escalón superior del nivel de sus perseguidores, cuyo odio sólo puede ser vencido por el perdón.

Mientras nuestra memoria no sea curada y regenerada, en vista de un futuro de paz, continuaremos jugando a ser bandidos, mientras los niños no tienen escuelas y los enfermos se arrastran por el suelo de los hospitales.

Es urgente la unión de todas las fuerzas nacionales en torno del sueño de un Brasil más humano, donde la paz y la justicia sean nuestro pan de cada día. Y esto jamás será alcanzado sin reconciliación y perdón.

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