Para no decir que no hablé de las flores

Publicado por Sebastião Verly 1 de octubre de 2010

Aún con todo lo que pasé el año pasado y todavía sujeto a tal bipolaridad, siento una tremenda dulzura en mi alma. Cuanto más envejezco soy más agradecido de la vida. Pocas personas tuvieron las oportunidades individuales que yo tuve. Solo, salí desde bien abajo y tuve oportunidad de hablar de igual a igual con ministros y generales. Soy un vencedor y basta.

Hice todo lo que pude para ayudar a las personas más próximas. Aparte de mis parientes y los de mi ex-mujer, contribuí como pude para mejorar la vida de muchas personas. Algunas nunca supieron ni lo sabrán. Unas porque eran jóvenes, otras porque lo que hice quedó implícito en mis funciones y actividades. Lo que importa es el placer que siento al haberlo hecho.

Y ahora, cuando llego a la recta final, parece que voy disparado. Y no pienso disminuir la velocidad. Ya aproveché demasiado.

Otro día, cuando mi hijo me llevaba en su carro por el lado de la Pampulha, comenté que tengo pena de irme de aquí, pues aparte de dejar a las personas queridas, también voy a dejar el bello paisaje natural y el creado por las manos humanas.

Le mostraba calles enteras llenas de árboles verdes en aquella silenciosa tarde de sábado. Belo Horizonte está cada vez más bella. Tuve la oportunidad de vivir en otros países, de ver la belleza de muchas ciudades, pero tengo que enorgullecerme de nuestra capital.

Cierta vez en la Cámara Municipal estuvo de moda tener en el computador como fondo de pantalla la foto de un bello flamboyant de rara belleza en la primavera. El árbol, uno de los muchos que aún restan en la ciudad, está en el fondo del edificio de la casa legislativa.

En mi trabajo, en la Limpieza Urbana, ando mucho por la ciudad y vamos comentando el reflorecer anual de diferentes especies. Hace poco nuestra alumna en práctica Eliane le pedía a los motoristas que disminuyeran la velocidad de los vehículos para poder fotografiar las flores de los ipés púrpuras. El púrpura parece que combinó con el ipé amarillo y a medida que este florece, el primero va recomponiéndose con flores verdes muy vigorosas. Para compensar el púrpura de los ipés, entra en escena la “pata de vaca”, un poco más pequeña, pero igual de graciosa. Esta pata de vaca tiene una variedad en color blanco de una albura sin comparación.

Aparte de las flores, parece que la naturaleza se organiza para la entrada de la primavera. El 21 de septiembre es para mí una fecha que debería ser festejada con muchos cantos y alabanzas.

Basta visitar esas calles bien arboladas y constatar que aparte de las flores, que son demasiado lindas, las hojas verdes, de un verde muy vivo, completan el colorido que me prende por más tiempo a esta tierra.

Mientras eso acontece, el tiempo pasa… y yo me voy quedando por aquí.

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