del gobierno de Itamar Franco 1992-1994 Editora UFJF – Reseña
Cuando Itamar Franco asumió la Presidencia de la República, escuché de una analista política que respeto mucho – mi hermana Isabel – afirmar que “él estaba formando el mejor gobierno posible en ese momento”. Sin embargo, habiendo pasado solo quince años, su gobierno parece haber caído en el olvido de la población, como si solo hubiese hecho la transición entre Collor de Mello y FHC, Fernando Henrique Cardoso. De ese período quedó la imagen de Itamar como un presidente que prefería el viejo escarabajo, inventó la “carta social” y que hizo del Palacio del Planalto la “república del pan de queso”. Y así, quedó en la memoria popular una imagen descolorida de Itamar: una figura simpática pero irrelevante en la política nacional.
Esa imagen simplista fue ahora radicalmente contestada por el minucioso trabajo de investigación de Denise Paiva, cuyo libro muestra su importante contribución para el proceso de democratización del país, después de veinte años de dictadura militar, seis años de clientelismo comandado por Sarney y dos años de descalabro moral de Fernando Collor. Con el gobierno de Itamar comenzó a construirse una relación respetuosa entre el poder ejecutivo y la sociedad civil, colocándose en práctica el precepto constitucional de participación ciudadana. Esa experiencia pionera de democracia participativa ciertamente desagradó a los dueños del poder, para quienes las decisiones políticas deben ser tomadas en sus pequeños círculos de influencia y después firmadas por un Congreso sumiso. Por eso, pienso yo, antes de que el pueblo adquiriese el gusto por la experiencia democrática, los vehículos que orientan la opinión pública trataron de disminuir la figura de Itamar para que su gobierno no sirviese de ejemplo a quien lo sucediese. Y así fue…
Habiendo asumido interinamente la Presidencia de la República en octubre de 1992, en consecuencia del éxito del Movimiento por la Ética en la Política que exigía del Congreso el impedimento de Collor, Itamar Franco fue designado a fines de diciembre para terminar el mandato. En total, ocupó la Presidencia de la República por 27 meses, pero aprovechó ese tiempo para convertir la lucha contra el hambre en una política de estado. Y lo hizo en profunda sintonía con los sectores organizados de la sociedad brasileña – y no en lugar de ellos. Esta no fue una tarea fácil, porque la tradición populista de Vargas, la política de asociación del régimen militar y el clientelismo revigorizado por el gobierno de Sarney llevaron a los movimientos y organizaciones que luchan por la ciudadanía a desconfiar de toda y cualquier iniciativa gubernamental. La lectura atenta de “Era otra historia” nos lleva a entender justamente el difícil proceso de superación de esa desconfianza, que se da en la medida en que se crea un espacio de colaboración entre el Estado y la Sociedad para sacar el combate al hambre y a la miseria del campo asistencial y llevarlo para el campo de los derechos de la ciudadanía. En ese proceso emerge la primera experiencia brasileña de democracia participativa en el ámbito nacional.
Denise Paiva usa el método de la historia oral para reconstruir ese proceso. Excelente entrevistadora, hace que las personas narren los hechos más relevantes para nuestra comprensión, desde los enredos de la burocracia, hasta las circunstancias en las cuales eran tomadas las decisiones finales. La autora atribuye mucha importancia a la personalidad del presidente, pero no deja pasar en blanco un análisis del contexto político de su gobierno. Habiendo iniciado su carrera en el MDB, Movimiento Democrático Brasileño, Itamar fue electo vicepresidente por el PRN, Partido de Reconstrucción Nacional – un letrero electoral “de arriendo” como otras – y por eso gobernó sin disponer de una base partidaria propia. Ahí reside la base de la explicación de su gobierno. Siendo impotente frente al poder económico que lo había escogido vicepresidente en una categoría que hoy llamaríamos neoliberal, Itamar intentó retirar la política macroeconómica de las manos de los representantes de los empresarios y banqueros. Trató de concentrar su (poca) fuerza política en la implementación de los derechos constitucionales de la ciudadanía.
En lugar de seguir la senda recorrida después por Fernando Henrique Cardoso y Lula – usar el clientelismo y el trueque por cargos como medio de ascendencia sobre el Congreso – Itamar optó por el respaldo de la sociedad como medio de presionar al poder Legislativo. Es necesario recordar que la sociedad brasileña venía de un período en el cual las movilizaciones sociales habían conquistado importantes victorias públicas: la campaña de las directas no conquistó su objetivo específico, pero desmoralizó al régimen militar; los movimientos sociales vencieron la resistencia del bloque parlamentario “Centrão” e inscribieron importantes derechos sociales en la Constitución de 1988; y el movimiento por la Ética en la Política derrumbó el esquema de corrupción instalado en el Palacio del Planalto. Al invitar a líderes nacionales a compartir las decisiones sobre su política social, Itamar Franco asumió un riesgo: renunciar a su poder, sin recibir a cambio el apoyo de las personas de su gobierno. De hecho, Betinho, D. Luciano Mendes, D. Mauro Morelli y otros integrantes de la Acción de la Ciudadanía contra el Hambre, la Miseria y por la Vida, colaboraron con el gobierno pero manteniendo una distancia crítica, pues para ellos el gobierno solo estaba cumpliendo su deber constitucional.
Esa tensión creativa entre Movimientos Sociales y Estado fue vivida por Denise Paiva –en la época Asesora de Asuntos Sociales de la Presidencia de la República – antes de tornarse objeto de investigación histórica. Las declaraciones recogidas por ella ilustran los trastornos y artimañas escondidos en el camino, pero también traen ejemplos extremadamente animadores, que no deben ser olvidados jamás. El lector y la lectora tendrán el placer de descubrirlos y reflexionar sobre ellos. Para mí, la mejor lección del libro fue mostrar que es más eficaz políticamente recibir el apoyo de personas como Betinho que el de personas como Antonio Carlos Magalhães y Sarney – como, infelizmente, vimos hacer los sucesores de Itamar.
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