La muerte personal

Publicado por Editor 11 de marzo de 2013

La muerte es un torbellino. La muerte es el rostro de un aliado; la muerte es una nube brillante en el horizonte; la muerte es el susurro del Mescalito en tus oídos, la muerte es la boca sin dientes del guardián de los umbrales; la muerte es Genaro sentado en su cabeza; la muerte soy yo hablando; la muerte eres tú realizando este conocimiento; la muerte es nada. ¡Nada! Está aquí, sin embargo, nada está aquí.

No te puedo decir lo que es la muerte. Pero tal vez podría hablarte sobre tu propia muerte. No hay forma de saber cómo va a ser exactamente; pero puedo decirte cómo podrá ser. Sólo puedo hablar de la muerte en términos personales. Entonces no tengas miedo de escuchar cosas al respecto de tu propia muerte.

La muerte tiene dos etapas. La primera es el desmayo. Es una etapa sin significado, muy parecida al primer efecto del Mescalito, en que experimentamos un sentimiento leve que nos hace sentir felices, completos y que todo en el mundo está bien. Pero ese es sólo un estado superficial; luego desaparece y entramos en un nuevo reino, un reino de dureza y poder. Esa segunda etapa es el verdadero encuentro con el aliado. La muerte es muy parecida a eso. La primera etapa es un desmayo superficial. Sin embargo, el segundo es el verdadero, donde la persona encuentra a la muerte; es un momento breve después del primer desmayo, en que descubrimos que de algún modo somos nosotros mismos nuevamente. Es entonces que la muerte choca contra nosotros en una furia muda, hasta disolver nuestras vidas en la nada.

El tiempo de la muerte no es nada. Es un puntito, pero aún así entraría dentro tuyo con una fuerza incontrolable y te haría expandirte; te achataría y te extendería sobre el cielo, la tierra y más allá. Y tú serías como una neblina de  pequeños cristales moviéndose y desapareciendo.

La muerte es dolorosa sólo cuando acontece en la cama, en una enfermedad. En una lucha por tu vida no sientes dolor. La única cosa que puedes sentir es júbilo.

Una de las diferencias más dramáticas entre el hombre civilizado y los brujos es la manera por la cual la muerte llega para ellos. Sólo con brujos guerreros la muerte es gentil y dulce. Ellos pueden estar mortalmente heridos y aún así no sentir dolor. Y lo más extraordinario es que la muerte aguarda tanto tiempo como necesiten los brujos.

La mayor diferencia entre el hombre promedio y un brujo es que el brujo comanda su muerte con su velocidad. En el mundo de la vida cotidiana, nuestra palabra o nuestras decisiones pueden ser revertidas con mucha facilidad. La única cosa irrevocable en nuestro mundo es la muerte. Por otro lado, en el mundo de los brujos, la muerte normal puede ser revocada, pero no la palabra del brujo. En el mundo de los brujos, las decisiones no pueden ser cambiadas o revisadas. Una vez que son tomadas, valen para siempre.

Para un vidente los seres humanos son masas luminosas, largas o esféricas, de incontables, estáticos y brillantes campos de energía, y sólo los brujos son capaces de inyectar movimiento en esas esferas de luminosidad estática.

En un mili-segundo pueden mover sus puntos de encaje a cualquier lugar de su masa luminosa. Ese movimiento y la velocidad con la que es realizado envuelven un movimiento instantáneo para la percepción de otro universo totalmente diferente.

O pueden mover sus puntos de encaje sin parar a través de sus campos completos de energía luminosa. La fuerza creada por tal movimiento es tan intensa que consume instantáneamente toda su masa luminosa.

La muerte entra por la barriga. Justo por la brecha de la voluntad. Aquella zona es la parte más importante y sensible del hombre. Es la zona de la voluntad y también el área por donde todos nosotros morimos. Un brujo sintoniza su voluntad dejando que su muerte lo alcance, y cuando él está achatado y comienza a expandirse, su voluntad impecable se hace cargo y reúne la neblina en que se transforma y se torna una persona de nuevo.

Un brujo junta su voluntad, pero como la vejez lo debilita, su voluntad se marchita y llega inevitablemente un momento en que él no es más capaz de dominar su voluntad. Entonces, él no tiene nada que se oponga a la fuerza muda de su muerte, y su vida se torna igual a la de todos sus semejantes, una neblina expandiéndose más allá de sus límites.

Ser un brujo es un fardo tremendo. Ya te dije que es mucho mejor aprender a ver. Un hombre que ve es todo; en comparación, el brujo es una criatura triste.

La brujería es aplicar la voluntad a una llave maestra. La brujería es la interferencia. Un brujo busca y encuentra la llave maestra de todo lo que él quiere afectar y después aplica su voluntad a eso. Un brujo no tiene que ver para ser brujo, sólo necesita saber usar su voluntad.

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