Dios, la Muerte
Los Dioses no deben ser temidos,
la muerte no debe amedrentar,
¡el bien es fácil de ser obtenido
y el mal es fácil soportar!
Si Dios es omnipotente, omnisciente y benevolente entonces el mal no podría continuar existiendo. Si es omnipotente y benevolente, entonces tiene poder para extinguir el mal y quiere hacerlo, pues es bueno. Pero no lo hace, pues no sabe cuánto mal existe, y dónde el mal está. Entonces Él no es omnisciente. Si fuera omnisciente y bueno, entonces sabe de todo el mal que existe y quiere mudarlo. Pero eso elimina la posibilidad de ser omnipotente, pues si lo fuese erradicaba el mal.
Y si Él no es omnipotente, omnisciente y bueno, entonces, ¿por qué llamarlo Dios? ¿Dios desea prevenir el mal, pero no es capaz? Entonces no es omnipotente. Es capaz, ¿pero no desea? Entonces es malévolo. ¿Es capaz y desea? ¿Entonces, por qué existe el mal? ¿No es capaz y no desea? ¿Entonces por qué le decimos Dios?
Es una estupidez pedirles a los Dioses aquello que se puede conseguir solo.
La muerte no es nada para nosotros, pues cuando existimos, no existe la muerte, y cuando existe la muerte, no existimos más.
Nuestra alma es compuesta de átomos, por eso es mortal como nuestro cuerpo, nos es dado vivir una sola vez. Las multitudes se consuelan con la esperanza de otra vida mejor.
La muerte es simplemente la separación de los átomos que nos componen. Por lo tanto, no anuncia ni castigos ni recompensas para los hombres. No debemos temer ni a la muerte y menos aun, a las puniciones infernales inventadas por la ignorancia y por la superstición.
Verdad es que el hombre sensato no evita el placer, y cuando finalmente las circunstancias lo obligan a dejar la vida, él no se comporta como si ésta todavía le debiera algo para la suprema existencia.
Filosofía y Naturaleza
Cualquier argumento filosófico que no tenga como preocupación principal abordar terapéuticamente el sufrimiento humano es inútil.
No puede alejar el temor que interesa para aquello que damos importancia quien no sepa cuál es la naturaleza del universo y tenga preocupación de las fábulas míticas. Por eso no se pueden gozar placeres puros sin la ciencia de la naturaleza.
Los átomos se encuentran eternamente en un movimiento continuo, y unos se alejan entre sí a una grande distancia, otros detienen su impulso, cuando al desviarse se entrelazan con otros o se encuentran envueltos por átomos enlazados a su alrededor. Esto produce la naturaleza del vacío, que separa a cada uno de ellos de los otros, por no tener capacidad de ofrecer resistencia. Entonces la solidez propia de los átomos, por causa del choque, los lanza hacia atrás, hasta que el entrelazamiento no anule los efectos del choque. Y este proceso no tiene principio, pues los átomos y el vacío son eternos.
Todo el deseo incómodo e inquieto se disuelve en el amor de la verdadera filosofía.
Nunca se debe postergar el filosofar cuando se es joven, ni cansarse de hacerlo cuando viejo, pues nunca nadie es lo suficiente poco maduro ni demasiado maduro para conquistar la salud del alma.
Y quien dice que la hora de filosofar todavía no llegó o ya pasó, se asemeja al que dice que todavía no llegó o que ya pasó la hora de ser feliz.
Así como realmente la medicina no beneficia en nada si no se liberta de los males del cuerpo, así también sucede con la filosofía si no se libera de las pasiones del alma.
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