El Arte de la Caza

Publicado por Editor 12 de julio de 2011

Soy un cazador. Dejo muy pocas cosas al azar. Quizá deba explicarte que aprendí a ser cazador. No siempre he vivido como vivo ahora. En cierto punto de mi vida tuve que cambiar. Ahora te estoy señalando el camino. Te estoy guiando. Sé lo que digo; alguien me enseñó todo esto. No lo inventé, ni lo aprendí por mí mismo.

Creo que en otro tiempo la caza era una de las mayores acciones que un hombre podía ejecutar. Todos los cazadores eran hombres poderosos. De hecho, un cazador tenía que ser poderoso por principio de cuentas, para soportar los rigores de esa vida.

En un tiempo todo el mundo sabía que un cazador era el mejor de los hombres. Ahora no todos lo saben, pero sí un número suficiente de personas. Yo lo sé, algún día tú lo sabrás. Ser cazador quiere decir que la persona sabe muchas cosas. Significa que uno puede ver el mundo en formas distintas. Para ser cazador, hay que estar en perfecto equilibrio con todo lo demás; de lo contrario la caza sería una faena sin sentido.

No tiene que interesarte ni que gustarte. Creo que a los mejores cazadores nunca les gusta cazar; lo hacen bien, eso es todo. Los cazadores tienen que ser individuos excepcionalmente agudos. Un cazador deja muy pocas cosas al azar. He estado tratando mil maneras de convencerte de que debes aprender a vivir en forma distinta.

Ser Inaccesible

En eso consiste el secreto de los grandes cazadores. En ponerse al alcance, y fuera del alcance, en la vuelta justa del camino. No tiene caso esconderte si todo el mundo sabe que estás escondido. Tus problemas de ahora surgen de allí. Cuando estás escondido, todo el mundo sabe que estás escondido, y cuando no, te pones en medio del camino para que cualquiera te dé un golpe.

Debes ponerte fuera del alcance. Debes rescatarte de en medio del camino. Todo tu ser está allí, de modo que no tiene caso esconderte; sólo te figuras que estás escondido. Estar en medio del camino significa que todo el que pasa mira tus ires y venires.

Ser inaccesible es la finalidad. El arte del cazador es volverse inaccesible. Ser inaccesible significa tocar lo menos posible el mundo que te rodea. No comes cinco perdices; comes una. No dañas las plantas sólo por hacer una fosa para barbacoa. No te expones al poder del viento a menos que sea obligatorio. No usas ni exprimes a la gente hasta dejarla en nada, y menos a la gente que amas.

Ponerse fuera del alcance significa que evitas, a propósito, agotarte a ti mismo y a los otros. Significa que no estás hambriento y desesperado, como el pobre hijo de puta que siente que no volverá a comer y devora toda la comida que puede, ¡todas las cinco perdices!

Un cazador sabe que atraerá caza a sus trampas una y otra vez, así que no se preocupa. Preocuparse es ponerse al alcance, sin quererlo. Y una vez que te preocupas, te agarras a cualquier cosa por desesperación; y una vez que te aferras, forzosamente te agotas o agotas a la cosa o la persona de la que estás agarrado.

Ser inaccesible no significa esconderse, ni ser misterioso. No significa tampoco que no puedas lidiar con las personas. Un cazador usa su mundo lo menos posible y con ternura, sin importar que el mundo sean cosas o plantas, o animales, o personas o poder. Un cazador tiene trato íntimo con su mundo, y sin embargo es inaccesible para ese mismo mundo.

Es inaccesible porque no exprime ni deforma su mundo. Lo toca levemente, se queda cuanto necesita quedarse, y luego se aleja raudo, casi sin dejar señal alguna.

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