Envidia y Admiración

Publicado por Carlos Bitencourt Almeida 21 de marzo de 2011

Podemos envidiar o admirar lo que otra persona tiene: dinero, amistades, empleo, familia, fama, objetos o propiedades. O quizás lo que el otro es: bello, inteligente, alegre, competente, bondadoso, fuerte, persistente, gentil, etc.

Hay un tipo de envidia que se expresa como odio, una envidia delincuente. Quiero destruir a aquél que es o que tiene más que yo. Me quiero vengar de la persona que envidio. “Es una ofensa personal que él sea más que yo, una injusticia que merece castigo”. Es una envidia que nace de la pereza. “No quiero intentar construir una vida mejor para mí. Me siento infeliz y quien está mejor que yo me está robando. Merece ser destruido, calumniado, perjudicado”.

Otro tipo de envidia nace de la tristeza, del sentimiento de inferioridad o  de impotencia. “Yo no puedo, no lo logro, nunca voy a llegar a eso. Encuentro a la vida tan difícil, yo soy tan débil. Cómo me duele ver estas personas que son mucho mejores que yo. Me gustaría tanto lograrlo, pero nada funciona para mí. La vida no ayuda y, cuando puedo, hago todo mal”. Esta es una envidia pasiva. La persona se siente congelada. No siente la vida en sí, no percibe que el impulso de crecer vive en cada uno de nosotros, pero que toda conquista es lenta. Todo se construye, se transforma muy lentamente. Pero es así que las grandes obras son hechas. Fruto de años de trabajo paciente, de espera activa y constructiva.

La admiración es una mirada encantada y respetuosa que ponemos en la persona que es mejor que nosotros. Una alegría delante de lo bello que se expresa en el otro y al mismo tiempo es un deseo de aprender. La admiración también puede causar dolor, las cualidades del otro revelan mis fragilidades, mis omisiones. Puedo sentir vergüenza y no conseguir aquello que la otra persona es capaz. Pero es un dolor constructivo, que sacude, despierta e impulsa hacia adelante.

La admiración nace de la aspiración, de ideales. Si alguien a través de la fuerza de su ejemplo, de su presencia, corporiza algo que aspiramos, somos fortalecidos en nuestra aspiración. “Aquello que un ser humano es capaz de realizar y ser, yo también lo puedo lograr”. Da la seguridad de un ideal posible, realizable. La admiración puede ser despertada por alguien que conocemos personalmente o que tomamos contacto a través de una biografía o autobiografía. Está dentro de nosotros como una semilla. Trae latente la fuerza y belleza de futuras conquistas.

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