XIII – Disociaciones Conexas

Publicado por Bill Braga 15 de diciembre de 2020

Desperté nuevamente en la Pinel, esta clínica que se ha transformado en mi morada. No es que aquí tenga ese sentimiento de hogar, ese acogimiento… No es que mi cama con este estrado estragado que arruina mi columna diariamente sea un reposo. No es el lugar, son las personas. Estos autistas, narcóticos, maníacos, depresivos y suicidas me hacen sentir en mi casa. Me dan un acogimiento que ameniza el encarcelamiento. Sí, porque clínicas son eufemismos de prisiones, por más que se diga lo contrario.

Desperté en la Pinel, y busco los recuerdos huidizos de cuando desperté, después de mi sueño de vuelta en Belo Horizonte. Si no me equivoco fue el noble poeta Waly Sailormoon quien dijo que la memoria es una isla de edición. La mía fue editada, no fui yo quien la editó. No hay cómo dosificar hasta qué punto los remedios, hasta que punto mi propia mente me “protegió” de mis memorias, pero el hecho es que ellas se disipan. Se resbalan de mi pensamiento, más afiladas que serpientes. Flashes. Inconexos. Intensos. Imágenes y avalanchas de sentimientos. Es así que estas memorias, más que inconexas, se proyectan cuando porfío en buscarlas. Las edito sin la menor pretensión objetiva, pues es lo subjetivo que se expresa en este proceso de edición y supresión.

Cuando desperté en BH, en mi cuarto, después del regreso del viaje de Juiz de Fora, nada había pasado. Dulce ilusión de mi madre. En realidad, al depararnos con un problema inesperado, siempre ansiamos que pase sin daños, sin causar estragos. Pero en este caso no pasó, y el despertar solamente me trajo nuevamente al conflictivo universo en el que vivía. Mi madre, al haberse quedado sentada toda la noche en la puerta de mi cuarto, no me ayudó  tanto como ella imaginaba. Ni siquiera el real acogimiento del hogar, ni el calor de mi mundo, mi cuarto, pudieron hacer desaparecer las voces de aquellos que me acompañaban, o calmar mi mente y mi corazón. Al despertar, volvía a buscar a los míos, mi padre, Marquinhos y principalmente a Tatiana. Por qué porfiaban en esconderse de mí y sólo susurraban dulces y pesadas palabras en mis oídos? Yo sabía que ellos estaban cerca… Y dentro del juego que jugábamos, los tres y yo, debería seguir las pistas para encontrarlos. Habían otras variables en esta ecuación, aparte de mi madre, de Léo, había una novia. No sólo ella. Junto a ella venían varias personas, varios momentos, varios sentimientos, varias emociones. Tal vez ella, más que Tatiana, pudiese calmar mi profusión de sentidos.

Pero aún no la encontraría tan luego, por más que lo desease. Deseaba el mundo, por más inmundo que lo sintiese. Y mi proprio hogar me privaba del mundo. Entre un baño y otro, un cigarro y otro, un litro de agua y otro,  necesitaba salir. Necesitaba encontrarlos, pero me fue privado este derecho. Cuando escapamos de la lógica racional-mediocre, tienden a considerarnos un peligro a nosotros mismos y a la sociedad… Cualquier semejanza con la caracterización de criminales no es mera coincidencia. Criminales del pensamiento, de la mente. Así somos mis amigos de la Pinel y yo.

Llegó un momento que ni los baños, ni los cigarros aplacaban mi sufrimiento. Sufría internamente, no quería jugar más ese juego, sólo esperaba el (re)encuentro. Aquellas voces no jugaban más de mi lado, ni ellas ni aquellos que las orquestaban. Ellas inquietaban mi ser, torturaban mi vivir. Me acostaba, pero no lograba quedarme acostado. Me levantaba. Necesitaba salir, necesitaba disolverme en el mundo, tal vez así todo cesase. No aguantaba más.

Y siento ahora lo que sentí cuando estaba acostado en mi cama, y ella (re)apareció… Ahora ya no era más un espejismo, tampoco una proyección de mi pensamiento/sentimiento. No era Tatiana. Era la dulce doncella que me proporcionó momentos únicos de amor, hasta mi viaje. Ella no merecía mis pensamientos, mis pulsiones… Yo anhelaba ese encuentro, y ahora que se materializaba, su simple imagen me perturbaba todavía más que aquellas voces que tanto me aturdían.

No es que la culpa fuese de ella, dueña de la imagen que me sacó del centro de gravedad que no tenía, pero el encuentro fue una vez más bombástico. Tal vez el gran drama humano sea entender el amor. Como decía Vinicius de Moraes, para esto fuimos hechos, para amar y ser amados. ¿Pero será que estamos siempre listos para la intensidad y el caos de este sentimiento? Un amigo entra a mi cuarto, necesito conversar con él, por más que no responda. Solo escucharme ya es más de lo que necesito…

Debo avisar que no hay línea recta de aquí en adelante. Incluso porque el pensamiento linear, hija del positivismo evolucionista, no es adecuado a la experiencia vivida. No caminamos en una línea recta rumbo a algún objetivo. Navegamos en recovecos, en multi-temporalidades, en que los nexos son construidos no por las fechas, sino por los sentidos. Y así se hizo mi pensamiento y así se construyen mis memorias. Asociaciones libres, disociaciones conexas.

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