Sí, Él tiene problemas. Muchos problemas. Debes ser por eso que Dios no tiene vacaciones. Siempre está ocupado.
¿Qué problemas? Son innumerables. ¿Por ejemplo? En varios puntos de la ex Unión Soviética existen ojivas atómicas en silos subterráneos. Pero los mapas indicativos de su localización están extraviados. Nadie más sabe dónde están los petardos. Si caen en manos inadecuadas tendremos una bella exhibición pirotécnica. Esto es un problema para Dios…
¿Quiere más? El creador quiso que la generación de vidas humanas fuese inseparable de un gesto de amor. Él debía creer que nacer de un abrazo tornaría más suave nuestra experiencia terrestre. Hoy, parece que falta amor y se necesita apelar para probetas y buretas. Una reciente pesquisa hecha en Italia entre cien mujeres de edad avanzada reveló que sólo 48 tenían nietos. ¿No es un problema para Dios?
No quiero extenderme en la demostración de la embarazosa tesis, sino apuntar hacia otra dirección. Si Dios tiene tantos problemas – ¡y tiene!, ¿por qué los frecuentadores de templos le llevan aun más problemas al Señor? ¿Concuerda conmigo? Experimente entrevistar en la puerta de la iglesia la larga romería de fieles(?) que comparecen al culto. Haga la siguiente pregunta:
– ¿Por qué usted vino a la iglesia?
Como respuesta, el amigo oirá una larga letanía: mi hijo está en el hospital / mi padre se fue de casa / va a comenzar la prueba para entrar a la universidad / mañana sale el resultado de mi biopsia / estoy sin trabajo / voy a hacer una entrevista para un empleo nuevo / mi perrito se perdió…
Claro: todos están esperando que Dios haga algo, algún milagrito, que invierta el orden natural de las cosas y… haga favores a todos los fieles.
Ahora, ¡los problemas de Dios son mucho mayores! ¿Qué haría Él para reforestar Amazonia? ¿Cómo enfriaría el calentamiento global? ¿Cómo iría a ablandar el corazón mineral de los gobernantes que desvían dineros de la merienda escolar para construir castillos? ¿Cómo le impediría a las mujeres embarazadas quemar con ácido el hijo que está en su vientre?
Mientras tanto, en los bancos barnizados de la iglesia los fieles están pidiendo venganza contra su agresor, clamando por el fuego del cielo sobre sus vecinos incómodos, solicitando secretamente premios de la lotería o – por lo menos- una jubilación digna y bien remunerada.
Afuera, los mendigos pasan hambre, niños son tirados a la basura, ancianos se deshidratan en los asilos en ruinas, pacientes sangran en el corredor de los hospitales. Aún espero por el día en que los fieles entrarán en el templo, extenderán las manos vacías y dirán a Dios:
–Señor, estoy aquí. ¿En qué puedo ayudar?
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