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Nuestro primer círculo de poder aparece muy temprano en nuestras vidas y vivimos bajo la impresión de que es sólo eso lo que hay en nosotros.

Nuestro segundo círculo de poder, la atención del nagual, permanece oculta para la gran mayoría de nosotros, y sólo en el momento de nuestra muerte es que él es revelado. Sin embargo, hay un camino para llegar a él que todos podemos seguir, pero que solamente los brujos siguen, y ese camino es por medio de ensoñar.

Ensoñar es en esencia la transformación de sueños comunes en asuntos que involucran a la voluntad. Los ensoñadores, aplicando su atención del nagual, su segunda atención, y focalizándola sobre los hechos y acontecimientos de sus sueños normales, transforman esos sueños en ensoñar.

El ensueño es intrínsecamente el no hacer de dormir. Cada guerrero tiene su propio modo de ensoñar. Cada modo es diferente. La única cosa que todos tenemos en común es que hacemos trucos para obligarnos a abandonar la búsqueda. El antídoto es insistir, a pesar de todos los obstáculos y desilusiones.

Ensoñar sólo puede ser experimentado. Ensoñar no es sólo tener sueños; ni devaneos, deseos o imaginación. Ensoñando podemos percibir otros mundos, que ciertamente podemos describir; pero no podemos describir lo que nos hace percibirlos. Mientras tanto, podemos sentir de qué modo el ensoñar abre esas otras regiones. Ensoñar parece una sensación; un proceso en nuestros cuerpos, una percepción en nuestras mentes.

El arte de ensoñar es la capacidad de utilizar los sueños comunes de la persona y transformarlos en una concientización controlada, en virtud de una forma especializada de atención: la segunda atención.

Una de las metas más importantes de la brujería es alcanzar el capullo luminoso; una meta que es lograda por el uso controlado del sueño y por un emprendimiento rigoroso y sistemático de no hacer – un acto poco familiar, que involucra todo nuestro ser al forzarlo a tornarse consciente de su segmento luminoso.